lo que hago por amor

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Regresé a casa más emocionada de lo usual, en ningún momento pasó por mi mente el plan con Atenea, en mi cabeza solo giraba y giraba; Melissa, Melissa, Melissa y lo sucedido esa tarde, al anotar el número me apareció como si ya lo tuviera registrado, era una de las chicas en el grupo de roll al cual había entrado hace unos días, en mi rostro se pintó una sonrisa tan radiante y grite de emoción en la banqueta de la calle rumbo a casa, sería más facil poder hablarle ahora.

Al entrar a la casa todo estaba oscuro, solo estaba una luz tenue prendida, era la de la cocina, cerré la puerta detrás de mi y di dos pasos en silencio,  una sombra se pintó entre la luz -reconocería esa sombra entre cualquier otra persona- era ella, se asomó por el marco de la puerta y su rostro frio sin expresión era diferente, una sonrisa tan cálida deslumbraba su rostro pero había algo raro, sus ojos no demostraban lo mismo que sus labios.

Había hecho algo malo, en pánico intenté girarme para salir de la casa pero corrió para abrazarme con fuerza por la espalda dejando mis manos sujetadas.

–Volviste amor.

–¿Que has hecho? –trate de liberarme de sus brazos llenos de sangre al igual que su ropa manchada.

–Te hice una cena para que veas lo mucho que te amo.

–No tengo hambre, me lastimas no me abraces así.

Me forcejeo hasta la cocina donde había un cuerpo inerte en el piso, no reconocía quien era pero el terror que presenciaba ante mis ojos se hacía cada vez más y más grande, me sentó en una silla amarrando mis pies para asegurarse de que no huyera

–¿Que llevas en las bolsas amor? ¿Ya sabías que te habías portado mal cierto?

–¿Quien es? ¡¿Que carajo hiciste Atenea?!

–¿Recuerdas al chico que te saludo cuando salimos a bailar hace unos días? Dijiste que no lo conocías, pero... El a ti sí y te amaba. Nadie puede amarte más que yo.

Las lágrimas comenzaron a salir y yo solo quería gritar y salir corriendo, pero, ¿de que no era capaz esta mujer? Me quedé inmóvil y solo suspire, Atenea se inclinó a donde estaba el chico en el suelo, se apreciaban sus intestinos y órganos, pero le faltaba el corazón y los pulmones. ¿Qué habrá hecho esta maldita loca?

–Te preguntarás donde está el corazón y los pulmones.

–Ya cállate...

–No te pedí que hablaras. Pues verás, su corazón lo mandé a domicilio, su linda novia espera un hermoso detalle por parte de su novio.

–Estás loca.

–Que te calles mierda, ¿no ves que esto lo hago por ti? ¡Yo te amo!

–¿Y los pulmones?

–Se donaron, tampoco soy un mounstro.

Atenea hizo a un lado el cuerpo y se sentó frente a mi en la mesa, se desnudo y comenzó a besarme, no me gustaba ella, tampoco sus besos, ni sus labios resecos, pero no podía irme; no tenía razón de quedarme pues ella era una desquiciada y me trataba muy mal, estaba obsesionada con ella tal vez.

Me quitó la camiseta y con la sangre de sus manos aún fresca escribió sobre mi pecho "con amor siempre, Atenea" se puso de la sangre en sus labios y besó mi pecho firmando lo que había escrito,  quería empujarla, y deseaba que fuera ella la que estuviera en el piso, pero no podía.

–¿No es romántico? Matar a alguien por la persona que amas.

–...¿lo es?

–Claro que lo es, ahora ayúdame a deshacerme del cuerpo.

Se levantó y se colocó la camiseta, me desamarró los pies y abrió la bolsa de mis compras, los ácidos y detergentes para limpieza.

–¿Ya sabías que pasaría cierto? Por eso los traes.

No, eran para matarte a tí – Lo supuse conociéndote. – evité mirarle

–Por eso te amo.

–Yo también.

Metimos el cuerpo en una bolsa, o lo que quedaba de el, y con mucho detergente limpiamos el suelo con sangre al igual toda la casa para evitar dejar rastro, Atenea puso la bolsa dentro de varias para evitar que se notara y desprendiera olor. Lo subió a nuestra camioneta y lo cubrió con una manta.

–Ya sea donde llevarlo, tomemos un baño y vámonos.

–sí.

Entramos ambas al baño y nos metimos juntas para terminar lo antes posible, nos vestimos y pusimos las ropa con sangre en otra bolsa para quemarla.

–Súbete, dijo entrando al asiento del conductor.

–¿Y si nos atrapan? – dije después de subir al asiento de copiloto

–No lo harán, dame tu teléfono.

Se lo di dudando y lo apagó por completo al igual que el suyo, arrancó y nos fuimos lo más rápido que se podía, ya eran casi las dos de la mañana y la carretera estaba oscura y solitaria, los nervios me estaban consumiendo pero a ella se le veía muy tranquila, como si supiera lo que estaba haciendo. Llegamos a un bosque donde había una cabaña en medio de la nada.

–Está era casa de mi padre, nos ocultaremos aquí hasta que se calme un poco las cosas. Los teléfonos están prohibidos o nos rastrearán.

–¿Que pasará con el cuerpo?

–Primero tenemos que disecarlo o secarlo para poder quemarlo, no quedará rastro de el.

–Tengo miedo Atenea.

–Estaremos bien.

Sacó la bolsa donde estaba el cuerpo y la llevó dentro de la cabaña, entré después de ella y todo estaba polvoso, oscuro y el piso rechinaba, ¿porque? ¿porque tuve que aceptar venir?  Porque dejé que me metiera en esto.

–Algo más...

Giré para verla y estaba prendiendo una vela, se sentía un ambiente tétrico, sin duda no era el mejor lugar para pasar los días para que no te encuentre la policía. –dime.

–Sabes que te amo pero si me llegas a traicionar te dejaré peor que a el, ¿lo sabes cierto?

Tragué en seco y mi pulso se aceleró, actúe confiada a pesar que de tenía un nudo en la garganta.

–Lo se, no te fallaré.

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Basada en hechos reales

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Veneno Del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora