Había salido a trotar aquella mañana con la intención de ocupar su mente, hacía mucho que no trotaba por las mañanas ya que por lo general prefería usar esas primeras horas del día para pasarlas con su mejor amiga, pero pasada una semana sin ella empezaba a pesarle.
Amelia era una mujer orgullosa y las cosas que le había dicho Luisita el día del evento a veces se encontraba recreándolo en su cabeza en bucle tratando de encontrarle una quinta pata al gato sin suerte alguna, hacía una semana que no hablaba con la rubia, solo sabía que estaba bien por Marina que estando en el mismo proyecto debían mantenerse comunicadas, pero la rubia no había querido hablar con ella desde ese día y ella tampoco lo había intentado.
Recordando esa última discusión entre ellas llegó a la conclusión de que ambas dijeron cosas demasiado crueles en algun sentido, no significaba que fueran mentiras, pero el tono usado no dejaba de ser cruel y le dolía el pecho cada vez que lo recordaba porque en todos sus años de amistada ellas nunca habían discutido de esa manera.
Eran muy diferentes, sin duda alguna, pero encajaban demasiado bien y por ello su amistada se había mantenido durante tanto tiempo a pesar incluso de algún suceso que pensaron no darían vuelta atrás.
Ella era orgullosa sí, pero extrañaba a la rubia muchísimo, y ahora aún más debido a la forma con la que se despidieron. Por lo general Luisita era la primera en recular o dependiendo de quién había metido la pata, pero Luisita no era capaz de estar días enfadada con ella, simplemente no podía.
Cuando Amelia era quien metía la pata, que por lo general así era, ella se disculpaba e intentaba ganarse el perdón de su amiga con exceso de cariño, le gustaba hacer el payaso para que la rubia terminara riéndose y así se le pasara el enfado, siempre estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que Luisita no estuviera mucho tiempo enfada con ella.
Cuando era el caso contrario, por lo general, a la rubia no le costaba nada. Amelia era orgullosa, pero solo le bastaba con que la su amiga le hiciera ojitos y le invitara a unos mojitos y la tenía ganada, siempre.
Ahora sin embargo era diferente, más que nada porque las veces anteriores eran tonterías, discusiones sin fundamento a diferencia de esta vez que parecían querer atacarse entre ellas. Así que no sabía a quién correspondía dar el primer paso para esa anhelada reconciliación, por lo que los días estaban pasando y ninguna de las dos estaba por la labor de disculparse primero.
Entre otras cosas, esa pelea con su mejor amiga la tenía sumida en un bajón que no lograba entender, no le apetecía salir con nadie o hacer planes con sus amigas, el trabajo no le rendía para nada y no dejaba de pensar en Luisita y en lo que estuviera haciendo.
Así que salió a trotar esa mañana con la esperanza de empezar a hacer otra rutina que no implicara pensar demasiado en la rubia y en lo mucho que echaba de menos siquiera tener un mensaje de buenos días.
En el camino que llevaba recorrido hizo una parada en un parque bastante amplio y así hacer algunos estiramientos cuando notó los ojos sobre ella, más específicamente en sus morenas piernas largas cubiertas solo por un diminuto short deportivo y cuando aquellos ojos curiosos la miraron de vuelta ella le sonrió y guiñó un ojo haciendo que la pelirroja que también se estiraba se sonrojara con una sonrisa en los labios.
Fue algo rápido, un hola que tal, que bonito día hace y lo siguiente que supo era que la estaban invitando a un café en casa de la mujer cuyo nombre creía recordar era Gina. No llegaron al apartamento de Gina, se quedaron en el portal, más específicamente debajo de las escaleras mientras Amelia la arrinconaba contra la pared, sus labios se conocían por primera vez y sus dedos se resbalaban por los pliegues de la bonita pelirroja. Se despidieron con un beso fugaz con la esperanza de volverse a encontrar al día siguiente en el mismo lugar.
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Bandolera
FanfictionUna Bandolera que le dan por la cabeza y termina perdiendo en su propio juego. Unas risas + algo de drama