La Bandolera

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-Que desmadre todo, ¿no? - Amelia comentó mirando a la nada.

Y Luisita solo asintió dándole la razón. - Bueno, pero yo pienso que todo lo que pasó eran los pasos que teníamos que dar para hoy estar donde estamos. -

-Y que seguimos siendo las mejores amigas, ¿no? - Amelia volteó a mirarla con una sonrisa.

Sonrió la rubia. - Las amigas que se besan son la mejor compañía. - Luisita movió las cejas de arriba abajo con una sonrisa pícara haciendo que Amelia se echara a reír con ganas. - Bueno va, me prometes que este es el último tramo de este afán tuyo por contar esta historia laaaaaarguisima y con tanto detalle. -

-Los detalles dan contexto y son la mejor parte, rubia, enfócate. -

-Yo me enfoco, yo me enfoco. -

-Pues vamos allá, agárrate bien de las bragas que lo más seguro es que las pierdas. - Le hizo saber entre risas.

Luisita puso los ojos en blanco. - Imbécil. -

-Oye pues mira, precisamente por ahí quedamos...






Al bajarse de aquel taxi en medio de la calle, Amelia se fue corriendo en dirección opuesta, en un chute de impulsividad pensó que podía ser Patrick Dempsey, encontrar casualmente un caballo y llegar a interrumpir aquella unión que a su modo de ver no tenía sentido ninguno, pero... Sí, siempre hay un pero; a cuatro largas cuadras quedó ahogada y hasta un mareo le iba dando.

Apoyó las manos en las rodillas y se instó a respirar lentamente y así como su ritmo cardiaco se fue ralentizando también lo hicieron sus pensamientos, la adrenalina fue disminuyendo y con ella su impulsividad se fue perdiendo, entonces su mente se vio plagada de miedos. Levantó la vista al cielo y negó con la cabeza, ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó a sí misma, entonces se sintió triste y desolada y lo único que le provocaba era tirarse en el sofá, atiborrarse de doritos y ver películas corta venas.

El super plan.

Y eso hizo, llegó a su apartamento, se cambió de ropa a lo más indigente que pudo y se tiró al sofá y por supuesto que la primera película que se tragó fue Made Of Honor mientras su mente le regalaba un montaje musicalizado de todos los momentos vividos con su mejor amiga, recordándose una y otra vez de lo cobarde que había sido al no plantarse allí mismo e interrumpir la boda.

Estaba en los primeros quince minutos de The Proposal cuando alguien llamó a su puerta, refunfuñó limpiándose las lágrimas del rostro y pensó en no abrir ya que no se sentía bien para recibir visitas, pero aún así se puso de pie, abrió la puerta y frente a ella encontró a su rubia mejor amiga luciendo un muy bonito vestido blanco, el maquillaje algo corrido por el sudor y el peinado algo desordenado. - Luisi, pero tú que... ¿qué estás haciendo aquí? - Sus ojos se abrieron escandalizados.

Luisita miró sus fachas, apretó los puños y soltó las palabras que venía a decir. - He venido para decirte que eres una imbécil. - Soltó aquello con la barbilla hacia arriba y la respiración algo agitada por el enojo.

-... ¿Qué? - Antes de que Amelia pudiera decir algo más, Luisita la empujó para abrirse paso en el apartamento de la morena, solo en ese momento se dio cuenta de que estaba descalza. - Flor, pero ¿qué ha pasao? -

Luisita se dio vuelta para enfrentarla. - Ni flor ni hostias, pasa que eres imbécil y estoy muy cabreada contigo... ¡porque eres imbécil! - Prácticamente le gritó.

Amelia sin saber muy bien qué decir, se limitó a cerrar la puerta y mirarla. - Eso ya lo has dicho. -

-Es qué lo eres, eres imbécil por no decirme nada durante tanto tiempo. - Recriminó Luisita y Amelia agachó la cabeza. - Es que a quien coño se le ocurre que vas a esperar hasta el día anterior de la boda para decirme toda esa sarta de tonterías. - Gesticulaba con las manos alterada.

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