Día de Muertos

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-¿Estás seguro de esto?-Preguntó Adam por quinta vez en el viaje

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-¿Estás seguro de esto?-Preguntó Adam por quinta vez en el viaje.

Es curioso cómo los roles se pueden invertir en una relación. Pues ahora, en lugar de que el arcángel comenzará con sus preguntas era Adam, quien se sentía incómodo pisando un país ajeno al suyo. No sentía que fuera correcta la manera en que cruzaron la frontera.

-¿No crees que puedan deportarnos?- Michael sonrió ante la nueva pregunta del humano, mientras se escondían en un callejón por una calle de terracería de uno de los pueblos a mitad del estado de Michoacán. El aroma de cempasúchil inundaba la avenida, acompañado de cantos y niños pidiendo calaveritas con el rostro pintado a manera de esqueleto.

Estaban viviendo el atardecer del primero de noviembre. Era un anochecer diferente, vibrante que calaba hasta los huesos, simplemente se sentía de una manera en particular que era difícil de expresar.

-No Adam, nadie va deportarnos.-contestó el arcángel viendo como Adam se recargaba a su lado, temeroso.- ¿Por qué lo harían?

-Bueno, primero... No tengo ni visa ni pasaporte para estar aquí.

-Nadie sabrá si no lo hacemos público.-Habló con calma el arcángel.

-Lo segundo es que no sé hablar español.

-Pero yo sí.-Contradijo el arcángel.- ¡Vamos! Te prometo que si te relajas será el mejor viaje de tu vida.

Adam vio la cara suplicante del arcángel; era imposible decirle que no.-Bien, pero tendremos que conseguir dinero y donde quedarnos.

-Eso es fácil.-Michael salió del callejón caminando por el pueblo. Adam le siguió de cerca, no quería que se metiera en problemas.

En un parpadeo, vio a Michael de nuevo. Su rostro ya estaba pintado como los niños y detrás de él colgaba una guitarra junto con su única maleta.

Se sentó en el suelo, dejando la maleta frente a él abierta solo un poco como para ver su contenido. Pasó la guitarra frente a él y comenzó a tocar.

Los acordes, poco a poco, se unieron en una melodía conocida para algunos transeúntes que se vieron interesados por ella. La atención se volvió más intensa cuando la voz del ángel se hizo presente. Áspera, grave y melancólica que combinaba de manera perfecta con la letra de la canción.

Adam se sintió impresionado al escucharlo cantar, era la primera vez. Al mismo tiempo, el tono de su voz al hablar en otro idioma le aceleró el corazón. Sus mejillas se tiñeron cuando, a mitad de los versos, alzó la mirada viéndolo, dedicándole la canción.

Los transeúntes escuchaban, algunos cantaban con él mientras otros solo le dejaban dinero en la maleta. Completamente ajenos a lo que pasaba entre el humano y el arcángel.

La canción terminó, los peatones se fueron tras aplaudirle y dejarle algunos billetes de poca denominación. Michael tomó el dinero y se colocó la guitarra de nuevo en la espalda. Tal vez era suficiente para que Adam durmiera en una cama hoy.

Hasta la eternidad (Midam Week)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora