Calor inesperado

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Estiré los músculos y disfruté de ver al pequeño Chopper durmiendo con su guatita al aire y soltando pequeños ronquidos, con suavidad acaricié su pancita y me levanté, lo primero que vi fue mi medalla de bronce colgada en la pared, como todas las mañanas desde que la había recibido, la acaricié y terminé besando antes de entrar a ducharme, si bien habíamos dado un gran paso era sólo el comienzo, Mew me lo repetía todos los días.

Cuando salí de la ducha miré mi calendario y me di cuenta que tendría que pedirle a Mew unos días libres, ya que, mi celo estaba a sólo dos días, con rapidez me sequé y puse mi ropa deportiva para salir a desayunar.

Ver a Mew sentado en la mesa conversando con mi padre, seguía siendo tan impactante como el primer día, aún no podía creer que el hombre al que había admirado desde que tenía memoria, estaba en mi casa, durmiendo a solo una pieza de la mía - ¿Qué haces parado ahí?, dijo con su sonrisa cálida, que hacía que mi estómago se moviera de forma extraña –Ven a desayunar, para que comencemos nuestra corrida matutina.

-Lo sé phi, dije sentándome a su lado y agradeciendo con una reverencia la comida que mi madre colocaba frente a mí.

-Hey hijo, ¿vas a necesitar que te compre inhibidores?, dijo mi madre comiendo frente a nosotros, haciendo que mis mejillas se pusieran rojas y que inevitablemente mirará a Mew, que siguió comiendo en silencio, pero claramente estaba atento a la conversación.

- ¿Tu celo está pronto a llegar?, preguntó el castaño interviniendo en la charla - ¿Por qué no me habías dicho?

-Estaba tan sumido en el entrenamiento que lo olvidé, dije siendo completamente honesto, el entrenamiento abarcaba gran parte de mi día y eso me había tenido con la cabeza en las nubes –Mi celo llegará en dos días más.

-Detendremos el entrenamiento mañana, no es bueno que estés sometiendo tu cuerpo a tanto esfuerzo y estrés muscular, previo a tener tu celo, dijo sacando su agenda y anotando unas cosas, las cuales no entendí porque estaban en ruso – ¿Tu celo es regular?

Avergonzado asentí y tomé un vaso de agua helada para enfriar el calor que sentía en el rostro, hablar de algo tan privado era vergonzoso, pero no podía decir nada, ya que, era muy normal que los entrenadores conocieran los ciclos de celo de sus deportistas y así evitar problemas en los camarines - ¿Podemos seguir comiendo?, dije sin querer hablar de intimidades frente a mis padres, aunque en el fondo sabía que lo que me avergonzaba, era que Mew supiera cuando entraría en calor.

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Estaba haciendo el último giro cuando mi piel se puso chinita, la cercanía con Mew era realmente excitante, los segundos de distracción me hicieron perder el eje y casi me estrellé en el piso, pero las manos grandes del castaño me sujetaron de las caderas deteniendo mis movimientos, pegándome a su cuerpo.

-Ten más cuidado pequeño, puedes lastimarte, dijo con su tono cálido de siempre, pero con un atisbo de reproche por mi descuido –Tomémonos un descanso.

-No es necesario, dije mirando la hermosa forma de sus labios, los cuales estaban un poco resecos por el frío y seco ambiente del hielo, de pronto me imaginé acariciando esos tentadores labios con los míos, delineando cada pequeña grieta con mi lengua –Puedo continuar.

-No seas tozudo, dijo acariciando mi mejilla y mirándome con tanta profundidad, que mis piernas temblaron y mis manos sudaron, esperaba que el castaño no se diera cuenta de lo nervioso y caliente que estaba –Tomarnos unos minutos no le hará daño a nadie.

Gulf on iceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora