Capítulo I. El hogar de las rosas con espinas de hierro.

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13 de Marzo. Recoleta, Buenos Aires.

7:00am

Las melodías que emitía, sumamente delicadas, inundaban la sala.
Amity Blight tocaba el piano sin pensar en nada más.

Muchos intentaban describir las emociones tan particulares que la música del piano provocaba, pero ni el más sensible podría hallar una palabra que expresara tan profundas revoluciones de sentimientos.

Amity paseaba sus dedos por teclas blancas y negras, y mientras acompañaba el piano con su voz, dejaba que la inspiración fuera la que tomara las riendas de su camino; sumergiéndose enteramente en su arte y entregándose a él, en todo sentido posible de la expresión. Se comentaba que su canto era tan especial, que además de cautivar al oído humano, causaba efectos inimaginables en quienes lo oían, volviéndolos seres pacíficos. Como si se tratara de brujería.

Sin embargo, a la gente le encanta exagerar, o simplemente crear historias fantásticas para llenar el vacío de sus vidas.

Amity se sobresaltó al escuchar la alarma del celular.

"Recordatorio: facultad"

Por más que adorara el arte, aquel se trataba solo de un hobby. La muchacha pasaba sus horas estudiando en la facultad de ingeniería de Buenos Aires. Inspirada por su padre, Amity descubrió cierta curiosidad por la ingeniería, tanto así que decidió dedicar sus siguientes años de vida a la carrera de las matemáticas y la física.

Amity tomó el celular y con un movimiento puso fin al sonido artificial.

—Por favor, seguí tocando. —Emira descansó su cuerpo en el marco de la puerta que conectaba la habitación de su hermana menor con el resto de la casa—. Tenés un don para la música.

—Lástima que no se puede vivir de esto.

—¿Por qué tan pesimista, manoplas?

—¿Por qué tan ingenua, Em? En este país es imposible vivir de la música. Me moriría de hambre antes de siquiera llegar a ser conocida.

Emira se abrió camino hasta llegar a su hermana. La abrazó por la espalda y reposó la barbilla en su hombro.

—Te están creciendo las raíces, ¿lo retocamos hoy?

—Quizá me lo deje crecer un poco.

—Bien... —susurró Emira, y su voz permaneció en el aire por unos segundos.

—Gracias, Em —agradeció Amity—. Gracias por lo de ayer, no hubiese sido capaz de seguir adelante sin vos.

Emira miró con dulzura los ojos ahora llorosos de su hermana. Si pudiera, arrancaría cada gota de su dolor con los dientes.

—De nada...

Interrumpidas por las nacientes gotas de lluvia que ahora golpeaban contra la ventana, ambas hermanas decidieron apurar el paso para bajar las escaleras y partir cada quién a su destino.

—Vámonos rápido, antes de que mamá se despierte. No quiero que me arruine la mañana antes de empezarla —dijo Em.

Las dos hicieron una mueca cómplice. Al día siguiente sería el cumpleaños de Odalia, a lo que la matriarca de la familia no perdería oportunidad de encargarles algún mandado. Claro que no podría pedirles nada sin no se encontraban en la casa.

Through the Feelings [lumity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora