Capítulo VII. Aquellas tardes de alegría.

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El volante daba vueltas y vueltas alrededor de la plaza. No fue hasta que Hunter encontró un lugar libre que el vehículo se detuvo sobre Rivadavia.

El día estaba soleado pero con las suficientes nubes como para sentarse al aire libre. La pirámide de mayo relucía en el centro del lugar, rodeada de los edificios más importantes; desde el Cabildo hasta la Catedral Metropolitana. Sobre la avenida Roque Saenz Peña, Amity contempló el Obelisco y un escaso orgullo nacional invadió su pecho durante un segundo.

—A veces amo ser de Argentina.

Hunter abrió el baúl del auto para sacar dos bolsas de comida, Amity lo ayudó con las mantas.

—Creo que toda Latinoamérica compartimos el sentimiento —dijo Hunter—. Amamos a nuestros países pero…

—La economía —interrumpió Amity.

—La economía —concluyó Hunter.

No consiguieron caminar ni dos pasos hasta que el tono de llamada de Amity le hizo pegar un salto hacia atrás a la pelilila. La idea de volver a encontrarse a aquella chica en persona, de repente, regresó a generarle cierto nerviosismo que modificaba el tono de su voz a uno sumamente agudo e intermitente.

—¿Hola? Sí. Acá estamos. —Amity balanceaba los ojos hacia todas direcciones mientras que Hunter no podía apartar la mirada del suelo—. ¿Por dónde? ¿Hunter ves una palmera?

—Veo muchas, Am.

Amity rodó los ojos. La muchacha se paró de puntillas y se quedó sin aliento dándole instrucciones  a Luz para encontrarse en el centro de la plaza, pero esta no parecía ubicarse demasiado. El cosquilleo que el soplar del viento causaba en la nuca de Hunter lo hizo voltear, y antes de hacer algún comentario, Luz le pidió con una seña que no hablara. La dominicana se acercaba sigilosa por detrás de la pelilila, cubriendo el celular con ambas manos contra su boca.

—Ya te dije, estoy al lado de esta vaina —voceó Luz—. Justo detrás de una niña muy bonita.  

Amity sonrió débilmente y volteó de puro instinto. Cuando las dos chicas se encontraron corrieron para abrazarse; Luz por la emoción y Amity para esconder el sonrojo creciente de sus mejillas. Entonces Willow y Gus se acercaron a Hunter, la chica le tocó el hombro para llamar su atención.

—Hola, un gusto, soy Willow. —Se presentó ella—. Y él es Gus.

—Mi nombre es Hunter. —Besó la mejilla de ambos chicos en señal de saludo. Hubo un silencio en el cual Hunter regresó a ver a Amity, esta seguía abrazada a Luz—. Y pensar que se conocen hace menos de 24 horas.

El comentario de Hunter suavizó el ambiente, Willow y Gus se miraron mutuamente.

—Luz tiene facilidad para hacer amigos —confesó Willow—. Aunque ella no lo vea así.

Amity y Luz se separaron solo para reírse. Amity bajó la mirada y se encontró con sus manos entrelazadas con las de Luz, esta no parecía tener intensiones de soltarla.

—Luz, Willow… —Amity se percató de la presencia de Gus y se mordió el labio sintiendo la incomodidad de no saber su nombre.

—Él es Gus. —Señaló Luz  y el chico arqueó los labios.

—Luz, Willow, Gus, él es Hunter. Mi mejor amigo.                                     
—Gracias por presentarme dos horas tarde, Am. —Hunter le guiñó un ojo y Amity ahogó una risa.

—No hay de que, rubio.

Willow miró por encima de su hombro.

—¿Les parece sentarnos por allá?

Through the Feelings [lumity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora