La profesora Cristina entró a la sala de tiro, donde los alumnos estaban entrenando con las armas y pidió atención.
Todos se giraron hacia ella curiosos, algunos aprovecharon para sujetar sus muñecas doloridas.
- Voy a presentaros a vuestra nueva maestra en armas, Leah, pasa, por favor. -
La nombrada entró a la sala, llevaba unos pantalones cortos ajustados y un chaleco morado sobre un sujetador negro, en su cintura, llevaba un revólver.
- Las armas mal cogidas o malos disparos pueden provocar fracturas en las muñecas, y graves. - Fue lo primero que dijo al ver como algunos se sujetaban las muñecas. - Así que, empecemos la clase, moved esas balas ya mismo. -
Todos volvieron a coger sus armas y la chica se fue paseando por la sala, no sonreía, no daba cumplidos, solo les decía lo mal que lo hacían y les daba órdenes que, o seguían a rajatabla, o corría el riesgo que sus cabezas fuera lo siguiente que ella disparara.
- ¡Las rodillas no pueden estar tensas! ¡Si sois así de lentos, os van a coser a balazos antes de que podáis siquiera mover la mano! ¡Jamás he tenido alumnos más incompetentes! ¡El seguro no se quita hasta que estéis seguros del disparo! ¡Se supone que los disparos tienen que dar al muñeco, no al aire! - E infinidad de órdenes más y gritos.
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Después de la clase, Donnie, quién era uno de los peores de su clase, estaba con Josh, su mejor amigo, dirigiéndose al comedor para comer.
- No hay quien la aguante, ¿no crees? - Le preguntó Josh.
Donnie se encogió de hombros y soltó un quejido de dolor.
- ¿Te duele mucho? -
- Un poco. -
- ¿Quieres ir a qué te lo miren? -
- No, no hace falta. -
- Anda, Donnie, vamos, o si no, podría ir a peor. -
- Vamos entonces. -
Josh acompañó a su mejor amigo hasta el hospital y entraron.
La enfermera de la ciudad se acercó rápidamente para preguntar qué había pasado.
- Supongo que las armas han tenido este efecto. - Concluyó tras decirle lo que le pasaba.
- No es grave. - Leah apareció en la sala. - Solo descansa la muñeca durante el día de hoy... - Cogió una venda y se acercó al chico. - Te vendaré la muñeca, no le des mucho trote hoy y mañana la tendrás como nueva... - Ella empezó a envolver la tela alrededor de la muñeca del chico. - Si te hago daño me avisas.
Terminó y salió de la sala sin tan siquiera despedirse.
- Bueno, hay que admitir que a lo mejor no es tan mala. - Admitió Josh. - Al menos sabe cómo curar heridas que provocan sus clases.
Se dirigieron al comedor y les sirvieron la comida.
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A la mañana siguiente, Leah no estaba del mejor humor del mundo, y les gritó incluso más que el día anterior, hay que decirlo, era joven, de hecho, ella misma podría ser una alumna, incluso algunas chicas y chicos le superaban en edad, pero intimidaba muchísimo.
Se acercó donde estaba Donnie y se apoyó en la columna que separaba los espacios de tiros.
- ¿Cómo está tu muñeca? - Preguntó ella.
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LA ENTRENADORA
Teen FictionLeah es la nueva profesora de armas en uno de los lugares más peculiares del mundo, pero toda ella oculta secretos y misterios.