CAPÍTULO IV

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Cuando los alumnos entraron a clase de tiro, lo que les sorprendió a todos, fue observar como Gregory había desaparecido, no estaba ni en el cuarto ni allí.

Leah apareció del almacén y dejó la munición en cada uno de los espacios donde estaban sus alumnos y alumnas.

Empezaron a disparar, Leah seguía igual con Donnie, incluso parecía más molesta con él que de costumbre, y el chico pensó que quizás no debería haber comentado nada el día anterior.

- Leah. - Donnie la llamó y la chica se giró hacia él. - ¿Puedo ir al baño? -

- No. - Contestó con brusquedad. - Te esperas a que acabe la clase. -

Y Donnie no osó replicar nada, así que siguió disparando su objetivo. De cinco tiros, solía acertar dos, y le hubiera gustado que su instructora lo felicitara por eso, pero en cambio, le decía que podía acertar más, y aquello lo deprimía, ¿por qué no podía ser un poco más amigable a pesar de qué no estuvieran en clases particulares?

Leah estaba mucho más molesta que de costumbre, y se confirmó cuando daba órdenes claras, concisas, y, por lo general, de una sola palabra, no se esforzaba ni en hacer una simple oración.

Donnie se quedó sentado en la barra mientras todos se iban para ir a comer, y cuando Leah salió del almacén, esperó que ella se acercara, pero no lo hizo, simplemente le ordenó que se preparara. El chico lo hizo y se giró hacia ella con diversión en la mirada, pensaba que al haber gente, había sido así porque quería tener autoridad, pero cuando Leah lo miró y sus ojos se encontraron, él prefirió no haberla mirado.

- ¿Qué ha pasado con Gregory? - Se atrevió a preguntar mientras ella supervisaba sus tiros.

- ¿Acaso te importa? No te incumbe lo que le haya pasado. - 

- Solo me produce curiosidad. - 

- Claro, curiosidad. - Murmuró con ironía. - ¿Es curiosidad o te importa si ha pasado algo entre nosotros? -

- ¿De qué estás hablando? -

- ¡Joder, Donnie! ¡Pero si te molesta hasta que se me acerque una mosca! ¿¡Crees que no puedo ver los celos en tu mirada!? -

- Leah... No te estoy entendiendo... - 

El chico respiró hondo, no quería estallar y gritarle a su instructora, pero había sido diagnosticado con problemas de ira, y no era capaz de controlar su rabia cuando alguien le gritaba. 

- ¿¡Qué no me entiendes!? ¿¡Encima estás sordo!? ¿¡Qué puto problema tienes tú!? -

- ¡Yo no tengo ningún problema! Donnie estalló.  - ¡Quizás quién lo tiene eres tú! - 

- ¿¡Y yo por qué iba a tener un problema!? -

- ¡Quizás porque eres una...! -

- ¡Ni acabes la frase! - Lo cortó Leah. - ¡Vete de aquí! Hoy no hay clase. - 

- Mejor. - Él se dispuso a irse cuando se giró una última vez. - ¡Y qué te conste! ¡¡ERES UNA ZORRA!! -

Donnie salió de la sala de tiro y corrió hacia su cuarto para llorar. Estaba solo en la sala, así que no le importó sollozar como un niño pequeño, no le apetecía volver a salir de allí nunca.

Pero, por desgracia, la hora de la cena llegó, y, o comía algo, o se desmayaría, así que salió del cuarto para dirigirse al comedor.

Se sentó en la mesa junto a su mejor amigo y este le preguntó por qué había desaparecido durante todo el día. Donnie le contestó que no tenía importancia, pero cuando la puerta se abrió y Leah apareció, Josh se dio cuenta de que algo había pasado entre ellos.

La instructora se sentó frente a Gregory y se quedaron mirando en silencio.

- Sabes muy bien que lo que te dije no ha servido de nada. - Le dijo ella. - Así que vengo a remarcar mis palabras... ¡O te controlas y los comportamientos de ese día se acaban, o estás fuera de mi clase para siempre! -

Leah se levantó y caminó hasta la mesa de Donnie para sentarse frente al chico, quién estaba dispuesto a seguir la pelea, aunque no iba a aguantar sin llorar.

- Lo siento, Donnie... - Se disculpó la instructora. - Siento lo de antes, estaba muy molesta y lo he pagado contigo porque no sé controlar mi rabia... - 

Él la miró en silencio, y la chica cogió sus manos suavemente.

- Vale, no vengo a decirte que me perdones, solo he venido yo a disculparme porque sentía que tenía que hacerlo, ya está. - 

Se levantó de la mesa para salir del comedor, pero Donnie habló antes.

- Te perdono. - Contestó, y ella lo miró, luchando para no sonreír, antes de salir de la sala. 

LA ENTRENADORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora