Capítulo 2

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- A ver, que así no es, hija -intervino Ana algo desesperada al ver que Aurora no conseguía abrir la habitación del hotel. Sin dudarlo, le quitó la tarjeta de las manos a la niña y la introdujo por la ranura, totalmente convencida de que ella lo lograría en su primer intento, pero nada más lejos de la realidad.

- ¿Lo ves? Esta cosa no va -se quejó la pequeña dejando claro que no era cuestión de su ineptitud, sino que el problema estaba en aquella maldita puerta.

- Dejadme pasar -añadió Luna mientras se hacía paso entre las maletas- ¿Puedo probarlo yo? -se preguntó esperanzada de poder lograr lo que madre e hija aún no habían conseguido.

- Venga, prueba, que no sea por probar... -respondió Ana cediendo en aquello, pues estaba claro que, por mucho que le doliese admitirlo, ella tampoco era capaz de abrir la puerta.

- La puerta está rota -repitió Aurora lo que había defendido desde el primer momento, pues las tres no podían ser tan patosas como para no conseguir hacer funcionar aquella tarjeta.

- ¿Pero qué hacéis aquí que no entráis? -interrumpió Mimi, quien justo aparecía en escena, junto a Lea, pues habían subido con otro ascensor, ya que las cinco, cada una con su maleta, no cabían en uno solo.

- Lea, prueba tú, que esto no va -respondió Luna cediéndole el paso a su hermana y dejándole la tarjeta.

Ni por asomo Lea era una manitas, pero en aquella familia si alguien era capaz de no romper todo lo que tocaba era ella. La torpeza de las madres y de las hermanas menores hacían de la chica la más mañosa de la casa. Si un ordenador no funcionaba siempre era ella la que sacaba el ingenio necesario para poder arreglarlo y lo mismo ocurría con el resto de aparatos y electrodomésticos.

- Si es que sois tontas -bufó la chica al introducir la llave y ver cómo la luz verde se encendía, permitiéndoles así acceder por fin a la habitación.

- ¡A ver, yo quiero ver cómo es el baño! -exclamó Luna entrando corriendo a la habitación.

- Ey, no te vayas sin mí -se quejó Aurora mientras la perseguía.

- ¡Chicas, las maletas! -les aviso Ana de que habían olvidado su equipaje en el pasillo, aunque de poco sirvió, pues la emoción del momento les impidió atenderla.

- Déjalo, ya lo entro yo -comentó Mimi sin tenérselo en cuenta a las niñas, pues sabía qué aquello era una excepción totalmente justificada.

- ¡Me pido la litera de arriba! -exclamó Lea mientras lanzaba su bolsa encima de la cama, marcando territorio, pues estaba claro que si sus cosas ocupaban la parte alta ya nadie se la podría quitar.

- ¡Pues yo la de abajo! -se apresuró la mediana a escoger sitio, lanzándose encima del colchón de una forma totalmente asalvajada.

Luna, quien también había salido del baño apresurada para no perderse la adjudicación de camas, quedó algo confundida al percatarse de que en la habitación solo había dos camas. Una litera, con dos plazas individuales, y una cama de matrimonio.

- Ey, que falta una cama -se quejó la rubia algo preocupada y sin saber cómo iban a poder solucionar aquello.

- Joder, es verdad -asintió Lea, quien justo se acababa de dar cuenta de aquel pequeño gran detalle- ¡Mamá, que falta una cama! -exclamó para que Ana pudiese oírla desde la puerta de la habitación.

- Ya -asintió la morena poco sorprendida- Es que en la reserva ponía que para cinco había que pagar una segunda habitación y... -trató de excusarse ante su familia, pues en realidad ni siquiera había informado de aquello a Mimi.

- ¿Y qué mamá? -se preguntó Aurora un poco escandalizada por aquello- ¡Cómo si fuéramos pobres! -se quejó pensando en la mala noche que iban a pasar en aquel hotel por haber querido ahorrar unos euros.

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