Capítulo 5

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María levantó la mirada, dejando todo lo que estaba haciendo, al oír el ruido de la puerta de la tienda abrirse. Aquello de que alguien se atreviese a entrar era algo cada vez más extraordinario, así que no dudo en saludar. Le respondió Mimi, y la morena no pudo evitar alegrarse por ello, pues últimamente aquello de atender a la clientela le entusiasmaba más bien poco.

- ¿Cómo van esos pedidos? -se preguntó la rubia acercándose al mostrador. Realmente poco le importaba aquello, pues la mujer no había fallado ni una sola vez en sus tareas, así que después de tanto tiempo, ya le dejaba organizarse como ella prefiriese.

- Aquí ando -comentó mientras miraba aquella montaña de cajas y bolsas de papel perfectamente envueltas- Hoy salen cincuenta y tres -añadió satisfecha por ello.

- Muy bien -sonrió la rubia mientras levantaba la mano, buscando que la otra le chocase, pues aquel era un gesto de complicidad muy habitual en ellas- Tú nunca me fallas -añadió siendo realmente sincera.

A la vista estaba que formaban un buen equipo de trabajo. Hacía aproximadamente cinco años Mimi había decidido dejar su trabajo y dedicarse exclusivamente ayudar a su mujer en su negocio, algo que yo hacía, pero en sus ratos libres. No había sido una decisión fácil, pues a la rubia le asustaba un poco el mezclar familia y trabajo, pero lo cierto es que hasta ese momento les había podido ir mejor.

Mimi se encargaba del marketing y la publicidad, ponía la web al día, contactaba con los proveedores y gestionaba la logística de los cientos de envíos que hacían cada semana. Por su parte, Ana se dedicaba únicamente a coser y crear nuevos diseños, y es que realmente trabajo no le faltaba. Finalmente, María trataba de mantener con vida la tienda física mientras preparaba con mucho cariño los pedidos que salían todos los días.

- ¿Qué tal tus vacaciones? -le preguntó la rubia.

- Pues fíjate, ya ni me acuerdo -bromeó la mujer.

En general, agosto solía ser un mes tranquilo, pero no podían dejar el negocio desatendido, por lo menos el virtual, así que a María siempre le tocaba trabajar esos días. Obviamente tenía sus vacaciones, como todo el mundo en aquella pequeña empresa, pues además de las vacaciones de Navidad, descansaba quince días en junio y quince más en julio, para así el primer día de agosto poder tomar el relevo a su prima y a la rubia. Ciertamente no se podía quejar, pues durante ese mes solo trabajaba por la mañana, cobrando lo mismo, y lo cierto era que el nivel de trabajo no era demasiado grande. Por la tienda solo aparecía gente durante la última semana del mes. Así que en definitiva, aquel era un más que favorable trato.

- Qué tonta eres -rodó los ojos Mimi- ¿Ha ido todo bien? -le preguntó de nuevo.

- Muy bien, todo en orden. ¿Has visto? No te he llamado ni un solo día -respondió María, llevando la conversación al terreno laboral, a pesar de que era más que evidente que la rubia le estaba preguntado por ella, como su cuñada que era, no como su socia- ¿Vosotras qué tal por Granada? ¿Tu madre bien? -se interesó.

- Sí, muy contenta de que la vayamos a ver, como siempre, ya la conoces... -comentó la rubia- Aunque también tiene muchas ganas de venir unos días por aquí -añadió dejando caer que probablemente Inma no tardaría mucho en visitarlas, pues sabía que a la chica le alegraría tal noticia.

- Pues que venga, claro que sí -asintió María entusiasmada- Y así hacemos una cena de las nuestras y nos vemos -añadió sin poder evitar empezar a organizar aquel futuro encuentro, pues no había nada que le entusiasmase más que un plan como aquel.

- Ay, lo que te gusta a ti una cena y un buen vino, no lo sabemos bien -no pudo evitar reír Mimi- Venga, cuéntame, ¿cómo vamos de inventario? -cambió de tema al recordar que seguían en su horario laboral y debían dejar cerrados algunos temas.

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