Estoy en su casa, me parece que es un mejor lugar para recibir malas noticias, lejos de ojos inquisidores.
Atravesamos su patio, lugar de conquistamientos pasados y testigo fiel de aquella vez que enterramos cadáveres de alienígenas con disfraces de aluminio hechos por nosotros mismos. Grandes días.
Cuando era niño me moría por crecer, veía a otros chicos mayores y pensaba en lo mucho que me gustaría ser así de grande, tener tantas libertades, tener casi dieciocho y ser independiente.
Qué iluso fui.
Crecer es horrible, crecer solo trae problemas y responsabilidades.
Sigo a James a su habitación. Su puerta siempre está abierta, porque así le gustan las cosas, sin nada que ocultar, tal vez por eso le gusta entrar por mi ventana, para sorprenderme, para no tener que tocar la puerta de mi habitación, porque sabe, piensa, que no tengo nada que ocultar.
A simple vista su habitación da la impresión de un coleccionista, de esos que guardan las manualidades de primaria porque podrían volver a servirle, o de los que conservan la envoltura de una golosina especial. Lo cierto es que, a pesar de tener montón de cosas, maquetas, postales, juegos de mesa, pertenencias con algún significado sentimental o de falsa utilidad, siempre está ordenado, ni idea de cómo lo logra; cada pequeña cosa le otorga armonía a la miscelánea.
Me siento en la silla giratoria de su escritorio y contemplo la calle por la ventana.
Estuve preparándome para esto durante el transcurso del día. Seré directo, le diré que Maddie lo está engañando; casi puedo ver su reacción, sé lo que dirá y cómo responder a eso y a lo que sigue. Debe comprender que lo siento y debo acompañarlo en su dolor.
Está planificado. No hay nada que pueda sorprenderme, incluso compré sus panecillos favoritos para hacerle sentir mejor después de soltarlo. Únicamente debo cruzar la barrera de las cosas que pasan en mi cabeza.
—Mira esto —anuncia él, mostrándome una foto de su celular, hay tres chicas y un chico abrazados de la cintura, una de ellas le está dando un beso a la de su costado—. Resulta que Amelia es bi y recién me entero por Instagram.
—¿Amelia es bi?
Amelia es su prima. La familia de James es gigante y ruidosa, primos y primos repartidos por todas partes, los conozco casi a todos y ellos me conocen a mí, básicamente podría abrir un blog sobre su familia con apartados especiales sobre datos irrelevantes como la vida del conejo de su tía Eliana y cómo murió en su manos cuando estaba en segundo grado.
—Mis tíos se lo tomaron mal, ayer escuché a mi mamá en una videollamada con mi tía y estaba enloquecida, ya sabes cómo es mi familia, muy anticuados —Gira los ojos—. No sé cómo se las arreglan para crear un drama familiar por todo.
Lo que es una buena y mala noticia, por un lado, a James no parece importarle que su prima sea bi, por otro lado, a su familia sí que le importa. Importancia de la mala.
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Colgando del universo
Teen FictionQue a Will le guste su mejor amigo puede ser un problema, incluso más terrible es que él ahora tenga novia, pero todo esto es solo el comienzo de un gran lío. ¿Vale la pena sacrificar una amistad por un enamoramiento? ¿Qué tan bullicioso es el silen...