05 | Anomalía

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Hoy es jueves, hay algo raro en los jueves, se sienten muy flojos, y no puedes abandonar todo porque aún es muy pronto para ser feliz por la perspectiva del fin de semana

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Hoy es jueves, hay algo raro en los jueves, se sienten muy flojos, y no puedes abandonar todo porque aún es muy pronto para ser feliz por la perspectiva del fin de semana.

James finge que no hemos discutido, no trata de interceptarme de nuevo.

Por mi parte traté de hacerme entender que no puedo ser distante con él, aun así, hay una especie de tirantez entre ambos, algo a tratar con pinzas y lupa. Al menos Maddie no le ha contado nada.

Me detengo en mi casillero y, cuando termino de meter mis libros, me dirijo a clase. James ya está en su lugar habitual de historia, tras el mío, y toca mi hombro desde su asiento.

—Quieren vodka —susurra.

Me volteo para confirmar si nos referimos a lo mismo.

—Lo quieren en la tarde, qué raro —Mira pensativo el móvil—. Siempre es por la noche.

Nos repartimos las tareas. James recibe los mensajes, Mick se encarga de las compras y yo me propuse para entregar los pedidos.

No les he contado que han descubierto mi identidad, creo que compartir la preocupación empeoraría la situación.

—¿Y si lo dejamos? —pregunta y me volteo completamente hacia él—. Es una propuesta, depende de ti hoy.

Odio las decisiones. Odio que las cosas dependan de mí. Odio que Bash haya descubierto mi identidad.

Empiezo a angustiarme y ya no puedo concentrarme en la clase porque mi intento termina hecho trizas en un recóndito espacio de mi mente. ¡Ni siquiera estoy tomando apuntes! Qué horror. Escucho lo que dice el profesor, pero no me llega al cerebro.

No quiero ser un holgazán, me siento mal, es solo tan difícil concentrarme en la historia de las colonias británicas y tratados de guerra cuando hay una decisión que tengo que tomar y evaluar maniáticamente mientras mantengo mi mejor cara de prestar atención.

Y al parecer el profesor Beckett —el opuesto absoluto del profesor Harrison— me está preguntando algo, porque su ceño arbitrario me apunta; mis compañeros me miran con expectación. Enrojezco, mascullo lo que recuerdo de la anterior clase y de mis apuntes, la mala noticia es que no parece ser la respuesta correcta.

Esto es horrible, yo nunca llamo la atención en ningún lado, mucho menos en clases.

¿Por qué tenía que preguntarme a mí? ¿No puede conformarse con que esté en silencio y sin moverme? ¡Yo no le hago nada!

—Son trece colonias británicas originales —es la voz de James detrás de mí. Suspiro de alivio.

—Señor Aranzabal, no le pregunté a usted, no salve al señor Carter que no le está ayudando.

—Perdón profesor —dice con un tono disciplinado, seguro ha bajado la cabeza.

El respeto de James hacia los maestros roza lo militar, incluso con Beckett, y es tan lindo que me haya salvado que duele que lo hayan regañado. También es raro, porque suelo ser yo quien lo salva en clase y no al revés. 

Colgando del universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora