El colegio.
Muchos lo odian, muchos... Sí, todos lo odiamos.
¿Qué más hay que decir del colegio?
Nada demasiado increíble, o por lo menos no más de lo habitual.
Pasillos. Profesores. Tareas. Un ciclo sin fin. Al colegio solo lo salva la gente que lo habita, encontrarse con los amigos, reírse de las tonterías, sentarse al fondo mientras te hundes en tus auriculares mesuradamente.
Claro que nada de eso en mi caso, y mucho menos en clases de matemática.
Las clases de matemática son a primera hora del lunes; según James, es inadmisible, ya que deberíamos empezar la semana con algo tranquilo como arte, para mantenernos motivados y no matarnos desde el comienzo.
El señor Harrison nos enseña matemática. Es uno de los maestros más jóvenes de la escuela, no le calculo más de veinticinco. Tiene ojos brillantes oscuros y un tatuaje en el brazo que siempre está cubierto por la mitad de su chaqueta arremangada. Es el tipo de profesor que defiende las causas perdidas, el que se queda más tiempo fuera de sus horas de clase para absolver dudas, no de los que huyen de cualquier tiempo extra con adolescentes, ni de los que se quejan con otros profesores de sus estudiantes. Y no debería ser una figura innovadora para un maestro, pero empíricamente lo es.
Aquí mi pregunta para Yahoo!: ¿Puede un profesor ser sexy mientras explica funciones de segundo orden?
Ni siquiera debo revisar las respuestas.
¡Y tiene un blog de viajes!
Está bien, puede que hace un tiempo tuviera un flechazo por él, puede incluso que revisara su canal de YouTube más de lo normal, ya saben, solo un poco del típico impulso maniático de los domingos.
Ahora mismo está sentado al frente con las piernas cruzadas sobre su escritorio, tiene la cara iluminada por la luz del sol, y está explicando los principios de la derivación. Siempre nos recuerda que si la teoría está clara, la práctica es sencilla.
Desde mi pupitre tengo una vista directa a James, en mate suele sentarse junto a la ventana, dice que así se distrae de los ejercicios, yo suelo sentarme junto a la pared por la razón opuesta.
Está sosteniendo discretamente su teléfono con una mano y con la otra agarra un lápiz. Seguramente está escribiéndose con Maddie.
Han superado la frontera de su primera semana como enamorados y son la prueba viviente de que no todos los adolescentes heteros se dedican a las demostraciones públicas de afecto físico.
Lo que es genial, no quiero estar almorzando y levantar la vista solo para encontrármelos comiéndose la boca. Suficiente tengo con encontrármelos comiéndose con los ojos cada vez que pueden.
James está completamente cautivado en el laberintico país de las maravillas de la popular y perfecta Maddie, enganchado al celular, aprovechando que Harrison no lo ve para teclear. Y eso es mucho viniendo de él, James puede parar perdido en matemática, pero no es de los que se arriesgan a ser atrapados con el celular en manos.
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Colgando del universo
Genç KurguQue a Will le guste su mejor amigo puede ser un problema, incluso más terrible es que él ahora tenga novia, pero todo esto es solo el comienzo de un gran lío. ¿Vale la pena sacrificar una amistad por un enamoramiento? ¿Qué tan bullicioso es el silen...