Desaparición

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Una vez más él se había marchado a su habitación en cuando Hermione se quedó dormida y, de nuevo, esperó hasta que ella se marchó a trabajar para salir del dormitorio.

Sí, sabía que era un cobarde, pero por algún motivo, la culpabilidad que sentía dejándola sola y marchándose le hacía un daño físico. Literalmente le revolvía las tripas verla con aquella sonrisa y aquella mirada que decía: lo entiendo y te perdono por ello.

Malditos Gryffindor y malditos mártires todos ellos. Le sacaba de quicio. ¿Por qué no podía ser una bruja normal y gritarle o tirarle algo a la cabeza? ¿Por qué no podía hacer como Astoria? Ella le había maldecido, le había exigido e incluso le habría agredido si no hubiese sido porque el decoro era fundamental para los Greengrass y nunca se rebajaría a algo tan burdo como aquello.

Astoria le reclamó su ausencia cada una de las veces en las que se habían acostado. Le castigaba sin sexo durante días hasta que se le pasaba el enfado y nuevamente, al ver que él se marchaba, volvía a practicar la ley del hielo. Había sido muy fácil ignorarla y perder el interés en ella después de eso.

Pero Granger no era así, ella ni siquiera le ponía una mala cara, ni siquiera un mal gesto o una mala contestación. Ella era absolutamente receptiva cuando estaban juntos y nunca le hacía sentir culpable por haberla dejado sola al terminar.

Pero la culpabilidad le carcomía lentamente porque él sabía que le entristecía su forma de actuar y realmente Draco no quería hacerle daño.

Incluso se planteó dejar las cosas como estaban antes, hablar con Blaise y ampliar el Lugar Seguro de la Mansión Zabini para incluirla a ella, de ese modo podría alejar la tentación y volver a la relación de incipiente amistad que tenían meses atrás.

Pero luego la veía y era incapaz de mantener las malos lejos de ese exuberante cuerpo que ahora conocía tan bien como el propio, era incapaz de contener los celos absurdos y apabullantes que se cernían sobre él solo al pensar en dejarla en la misma casa en la que residía Theo porque, no se engañaba, en el momento en el que Draco diera un paso atrás, su amigo caería sobre Granger con todo el peso del encanto de las serpientes. Bastante tenía con lidiar con Atwater y sus insinuaciones constantes como para hacerlo también con Theo. No sabía si sería capaz de soportar verla con cualquiera de los dos cuando había sido suya de aquel modo tan absoluto, con aquella entrega total.

Solamente imaginarla con otro hombre hacía que una furia ciega se instalase en lo más profundo de su alma. Suponía que era porque un Malfoy no compartía y era demasiado egoísta como para pensar en ella antes que en sí mismo. Seguramente un Gryffindor o un Hufflepuff serían capaces de dejarla libre para encontrar a alguien que fuera capaz de darle todo lo que necesitaba, pero no él, él quería exprimir todo lo que pudiera de su relación con ella hasta saciarse, incluso si la hacía daño en el proceso... ¿Y se vanagloriaba de haber cambiado? ¿Una buena persona no dejaría el camino libre a Theo o incluso a Atwater? ¿Y si ellos podían darle todo lo que ella merecía?

Gruñó porque ni siquiera era capaz de pensar en ello sin ver todo rojo a su alrededor.

No iba a dejársela, al menos no de momento.

Se metió en la ducha y apoyó las manos en la pared, agachando la cabeza para el chorro de agua caliente le golpeara en la base del cuello.

¿A quién quería engañar? Ni de momento, ni nunca.

Hermione Granger ella suya.

Golpeó con un puño los baldosines y levantó el rostro para que el agua le diera directamente en la cara, después cerró el grifo, sacudió la cabeza y se envolvió las caderas en una gruesa toalla negra.

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