Existen diferentes reinos, pero dos de ellos son catalogados como zonas restringidas a menos que tengas el permiso de los regentes.
Las montañas, regidas por el rey de los bárbaros y domadores de dragones, lugar donde no existe la piedad para invaso...
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Montañas de los Bárbaros.
Golpes de tambores y pies enfundados en cuero reforzado resonaban contra el suelo rocoso, puños contra la mesa de madera labrada por los mejores artesanos de las montañas.
Tarros con el mejor vino de los viñedos, y jabalíes rostizados y condimentados por las mejores cocineras de toda la región.
Todo miembro del consejo de ancianos y líderes de clanes estaban presentes en aquel momento histórico, donde la coronación de un rey bárbaro de cepa pura y carácter inquebrantable tomaría posesión del trono.
───Pueblo bárbaro, orgulloso de tu raza, domadores de las bestias más majestuosas del mundo, he aquí... tu nuevo regente, Katsuki Bakugō, rey bárbaro y domador del gran dragón emperador Egil.
───¡Viva el rey Bakugō! ¡Soberano de las montañas y dragones!
La mirada afilada y carmesí del rubio ceniza se cernía sobre sus súbditos y miembros importantes del consejo, a la vez que todos vociferaban su nombre en regocijo y júbilo.
A sus veintiún años, había logrado ser el monarca más joven en la historia de los bárbaros, con su inteligencia y tenacidad, a la par de su feroz personalidad para dar frente a cualquier invasor hostil.
Alzó su mano, pidiendo que todos hicieran silencio para así poder dar unas palabras; su ser más joven e inmaduro habría dicho algún improperio, pero ahora que era rey tenía la responsabilidad de un reino bajo su custodia.
───No voy a extenderme, ni tampoco decir cursilerías, pero sí voy a ser certero con algo: este reino va a ser el más grande de todos los tiempos, la calidad de vida de cada uno de nosotros va a crecer y cualquiera que decida traicionar a nuestra gente o simplemente que alguien ponga un condenado dedo malicioso sobre nuestro reino, lo voy a quemar vivo con las llamas de Egil, nadie va a morir de manera hostil bajo mi mandato, nueva ley proclamada.
Los vitores y ovaciones inundaron la cueva rocosa y enorme que estaba ambientada para lucir como el interior de un palacio, rústico y rupestre como caracterizaba al pueblo bárbaro.
Katsuki se sentó de nuevo en el trono de piedra, mientras que dejaba que el banquete diera inicio, al igual que los músicos interpretaban melodías propias de su tierra.
El anciano que lo había coronado (mejor dicho colocado el collar real del rey), se retiró para que entonces su mano derecha, Eijiro Kirishima se colocara a su lado.
───Bakubro, ya eres un rey eh, ¡mira que pensé que no lo serías! ───Se atrevió a bromear con él, causando que la expresión de enojo apareciera en las facciones del rey.
