♣Prefacio♣

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«Creo que lo que llaman cuentos de hadas

Es una de las formas más grandes que ha dado la literatura,

Asociada incorrectamente con la niñez...»

Tolkien




—«Había una vez una tierra mágica sin coordenadas ni marcas en los mapas. Los marineros más viejos contaban que la isla flotaba sobre pájaros de fuego y nunca estaba en el mismo lugar. Es un paraíso de magia ancestral, poblada de criaturas fabulosas y mortales poseedores de dones divinos. Muy pocos han sido afortunados de llegar hasta sus costas. Una bruma protectora la oculta de la humanidad y solo si eres privilegiado con polvo mágico de su piedra talismán podrías encontrarla. Sus habitantes son muy recelosos de su tesoro prodigioso así que solo podrás escuchar las leyendas de los juglares que robaron los relatos muchos años atrás.»

«Esta tierra la llaman HavensBirds»

—¡Calla ya maldito juglar mentiroso! — el hombre muy borracho le lanzó parte de su cerveza que logró salpicar las plumas del sombrero del cantor. La hazaña estúpida arrancó carcajadas a sus acompañantes en la mesa de la cutre y oscura cantina donde se encontraban.

El juglar lo miró muy serio y se limpió la cara con dignidad colocándose el laúd con que cantaba sus andanzas en cada posada, sobre la espalda. Volvió la mirada al pequeñín que sentado frente a él lo observaba y escuchaba con los ojos atentos y curiosos.

—No son mentiras lo que te cuento. Existe. Y hoy está llorando. —dijo y seguidamente miró hacia la ventana de cristales mugrientos donde la luz del farol alumbraba tenuemente. Fuera, posado sobre el alféizar un cuervo le sostuvo la mirada. Luego graznó lóbrego y aleteó fuerte alzando el vuelo.

Voló, muy alto sobre las nubes. Cruzó un extenso océano oscuro y rebelde. Atravesó una niebla densa y salió sobre los acantilados, donde las olas embravecidas rompían contra las piedras frías. Ignoró los lamentos provenientes de las aguas, de los bosques, de las sombras de los seres que los habitan. Voló aún más, hasta una ciudad esplendorosa, que se hundía en tinieblas. Y en lo alto del palacio dorado se posó otra vez junto a una ventana de cristales multicolores.

A través de ella observó la sala repleta de hombres y mujeres que hablaban bajo, sentados en altas sillas dispuestas cerca de una inmensa mesa circular. En la más alta, como trono, estaba aquella mujer de ojos azules intimidantes. Estaba en silencio. Ausente. De pronto, el murmullo y sus pensamientos fueron interrumpidos por el ruido de la puerta que se abrió para dejar entrar a un guardia de plateada armadura.

—La Reina ha muerto — espetó solemnemente y seguidamente agachó la cabeza. La sala se inundó de gemidos lastimosos y comentarios tristes. Algunos de los presentes comenzaron a llorar. La dama se puso de pie altiva, mostrando una determinación que jugaba con su gracia y elegancia. El rostro estaba rígido, imposible de descifrar. No había sorpresa, no había muestra de dolor.

—Recoged a las herederas, hay que partir inmediatamente hacia la cabaña. — los presentes las miraron, algunos sorprendidos, otros asustados, otros con incredulidad. — Hoy comienza una nueva era para HavensBirds.

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