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El puño impactaba dos veces más en el rostro, incluso escucho el ultimo quejido de la víctima después, nada

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El puño impactaba dos veces más en el rostro, incluso escucho el ultimo quejido de la víctima después, nada. Se reincorporo lentamente ya que se había sentado por encima del abdomen tomando una postura más cómoda para golpear.

Sus propios jadeos lentos como si hubiera corrido un maratón, su torax palpitaba lentamente subiendo y bajando, sus nudillos manchados de sangre y su mente llenándole de una adrenalina casi infinita queriendo, buscando algún pretexto más para poder desquitarse.

Miro a los estudiantes de la preparatoria inmóviles en el suelo del callejón, los fulmino con una mirada, después llevo el gorro de su prenda amarilla por encima de su cabeza cubriéndole siguiendo su camino a casa.

Estaba enojado.

Así se sintió desde que despertó en su habitación recordando lo vivido en su "cita" por supuesto una parte de él decía que fue un mal sueño, uno estúpido, tonto y demasiado decepcionante.

Pero supo que no se trataba de eso cuando busco su credencial para ingresar a su secundaria, cuando no encontró su celular bajo su almohada, cuando quiso abrir la entrada de su casa y por la ausencia de su abuelo en el hogar tuvo que escalar algunos muros de las casas vecinas, cuando sus compañeros le preguntaron por su gusto de cigarrillos, cuando busco la gorra que tanto le costó comprar.

Cuando supo que todos sus ahorros desaparecieron, porque ese día él quería invitarle de todo a él.

Recordar su rostro sonriente le provocaba dos tipos de punzadas, una ubicada en su pecho que bien era una mezcla de emoción, admiración y cariño sin medida. La otra ubicada en la boca de su estómago que le producía un dolor semejante al vomito forzado cuando no hay nada más que pueda expulsar, era un enojo y vergüenza por todas sus acciones que hizo con él... por la forma tan estúpida de verlo, de tocarlo de hacer gestos patéticos cada que le veía comer o reír.

Tan metido en el huracán de sus emociones que apenas capto que había llegado a casa, estaba justo frente a su puerta, en todo el transcurso ni si quiera miro hacia enfrente, su cuerpo se había movido por sí solo, sabiendo perfectamente el camino.

—Estoy en casa— fue más un ronquido de pereza que el anuncio de su llegada. Su abuelo le abrió, con una mirada molesta por interrumpirlo de su programa.

—Bienvenido— el adulto con la misma carencia de emoción aunque no es que tuviera algo contra Yuji, solo ya era así.

Yuji entro, deshaciéndose de sus zapatos para reemplazarlos por unas cómodas pantuflas y andar en la casa.

El adulto no quiso decir nada más, una simple mirada de soslayo a su nieto y supo de nuevo que venía de un pésimo humor. Le dejo lavarse las manos mientras preparaba la mesa para comer.

Dejo los plastos, algunos sartenes que tenían los guisos, lleno un bowl especial para el arroz y coloco los palillos. Sintió la presencia del chico pasar por detrás colocándose de rodillas y tener mejor comodidad en la mesa.

CaZa a Gojō SatorūDonde viven las historias. Descúbrelo ahora