Cuando la diosa huye, el mal tomará su lugar, usurpando la magia y controlando todo.
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Dana es una Diosa que vive encerrada en un Cubo y desde allí observa a todo su mundo, manejándolo a su antojo. Pero cansada de esa vida mágica y aparentemente ab...
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La primera explosión lo hizo sobresaltar. Loy se quedó rezagado, detrás de Greenwich mientras alzaba la vista hacia el cielo y observaba las nubes que se arremolinaban sobre el edificio. El estruendo de un rayo y el grito que le procedió le recordó que a quién buscaba era una diosa que se suponía había asesinado a tres maleantes haciéndolos reventar desde el interior. Alguien muy distinto a la Dana que había conocido.
—Muévete, mequetrefe.
Loy ya había procedido a ignorar el apelativo que el teniente usaba con él, así que se concentró en lo que había frente a ellos. Una fila de soldados con escudos se alineaban para detener la gente que trataba de escapar y para defenderse de los rojos que estaban atacando a diestra y siniestra. Habían tres bandos y en todos ya comenzaba a verse los muertos y heridos.
Otro rayo cayó, justo al lado de Loy. Se estremeció, volviendo a mirar hacia el hueco en uno de los pisos superiores. Una luz violeta le indicó que había encontrado a quién buscaba. Sin embargo, Greenwich también lo vio y supo de inmediato sus intenciones.
—¡Es ella! —le dijo el muchacho.
—Es bastante obvio, sí —respondió el teniente con los dientes apretados y tono molesto—. Pero si no quieres morir o que tu familia lo haga, no deberías acercarte siquiera.
La advertencia le recordó a Loy que su madre estaba en el calabozo y su hermana en un orfanato. Apretó los labios y sus dedos aferraron la empuñadura de la espada que llevaba colgada en la cintura. Volvió a mirar hacia el edificio, pero la luz había desaparecido. Temiendo por la vida de la muchacha, se mordió los labios y continuó detrás de Greenwich.
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El tiempo pareció detenerse y Dana no sabía si era un sueño o si era verdad.
Mientras todo a su alrededor parecía arrastrarse a la velocidad de un caracol, contempló con horror a William tambalearse y caer de espaldas con un ruido sordo. Atinó a lanzarse hacia él para retenerlo, pero se cayó a su lado, sintiendo la aspereza del suelo en sus rodillas. Sus dedos temblaron, buscando una forma de tocarlo para saber si estaba bien, aunque la sangre de su pecho indicara lo contrario.