19. El poder de una diosa

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La primera explosión lo hizo sobresaltar

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La primera explosión lo hizo sobresaltar. Loy se quedó rezagado, detrás de Greenwich mientras alzaba la vista hacia el cielo y observaba las nubes que se arremolinaban sobre el edificio. El estruendo de un rayo y el grito que le procedió le recordó que a quién buscaba era una diosa que se suponía había asesinado a tres maleantes haciéndolos reventar desde el interior. Alguien muy distinto a la Dana que había conocido.

—Muévete, mequetrefe.

Loy ya había procedido a ignorar el apelativo que el teniente usaba con él, así que se concentró en lo que había frente a ellos. Una fila de soldados con escudos se alineaban para detener la gente que trataba de escapar y para defenderse de los rojos que estaban atacando a diestra y siniestra. Habían tres bandos y en todos ya comenzaba a verse los muertos y heridos.

Otro rayo cayó, justo al lado de Loy. Se estremeció, volviendo a mirar hacia el hueco en uno de los pisos superiores. Una luz violeta le indicó que había encontrado a quién buscaba. Sin embargo, Greenwich también lo vio y supo de inmediato sus intenciones.

—¡Es ella! —le dijo el muchacho.

—Es bastante obvio, sí —respondió el teniente con los dientes apretados y tono molesto—. Pero si no quieres morir o que tu familia lo haga, no deberías acercarte siquiera.

La advertencia le recordó a Loy que su madre estaba en el calabozo y su hermana en un orfanato. Apretó los labios y sus dedos aferraron la empuñadura de la espada que llevaba colgada en la cintura. Volvió a mirar hacia el edificio, pero la luz había desaparecido. Temiendo por la vida de la muchacha, se mordió los labios y continuó detrás de Greenwich.

El tiempo pareció detenerse y Dana no sabía si era un sueño o si era verdad

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El tiempo pareció detenerse y Dana no sabía si era un sueño o si era verdad.

Mientras todo a su alrededor parecía arrastrarse a la velocidad de un caracol, contempló con horror a William tambalearse y caer de espaldas con un ruido sordo. Atinó a lanzarse hacia él para retenerlo, pero se cayó a su lado, sintiendo la aspereza del suelo en sus rodillas. Sus dedos temblaron, buscando una forma de tocarlo para saber si estaba bien, aunque la sangre de su pecho indicara lo contrario.

La chica del Cubo - Saga Dioses del Cubo 1 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora