Por amor a veces se asesina

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 Antheia fue arrastrada por el pasillo por aquellos hombres que la habían comprado como si fuese una cabeza de ganado

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Antheia fue arrastrada por el pasillo por aquellos hombres que la habían comprado como si fuese una cabeza de ganado. Mantuvo la vista clavada en sus pies mientras subían las escaleras de la posada aquella, algo le decía que no era la primera vez que una hembra había sido arrastrada por aquel lugar para que unos machos asquerosos profanaran su cuerpo. Pensaba darles una lección a esos tres en cuanto pisaran el dormitorio, y no iba a ser precisamente de cómo complacer a una hembra en la cama.

Sintió su cuchillo escondido en su bota derecha deseando salir, y sabía que complacería a sus caprichos. Esos machos humanos se merecían una lección.

El que iba delante y más repugnancia le daba se tropezó con el último escalón de camino a su habitación. Los otros dos se rieron por lo bajo al ver las eses que trazaba su colega. Le daban ganas de empujar a los tres escaleras abajo, pero ella tenía otros planes para los tres.

Hacía meses que había dejado atrás esa vida. La vida de una doncella de la muerte, capaz de aparentar ser lo más sumisa y delicada posible, y en el momento justo clavarte el golpe de gracia por la espalda, de forma literal.

Había crecido rodeada de dolor, rabia y muerte. Entrenada por la reina más cruel de toda la historia y con una camaradería de hembras dispuestas a hacer de todo con tal de salir de la miseria en la cual se encontraban. Ella solo tenía diez años de edad cuando llegó a aquel campamento y había pasado casi un siglo desde aquel momento.

Al principio Saoire y ella se detestaban, querían ser las mejores para ganarse la aprobación de los instructores y de la mismísima Nathair. La cual aparecía una vez al mes para examinarlas a todas y ver de lo que eran capaces.

Enseguida Saoire y ella habían destacado entre las demás, aunque eran las más jóvenes habían resultado ser las que más se esforzaban y las que más entrenaban. Saoire con un carácter más explosivo y ella con el suyo más calmado, pero ambas igual de letales cuando hacía falta.

Les habían asignado una misión de entrenamiento juntas y la enemistad que se había fraguado durante meses se rompió como un cascarón vacío cuando ambas estuvieron delante del peligro y tuvieron que trabajar como una sola. Arrancando piel, partiendo huesos y escuchando las súplicas de las personas que les arrancaban la vida.

Y desde aquel momento se habían vuelto inseparables. Conocían cada secreto de la otra, conocían hasta el mínimo cambio de su expresión y su tono de voz que indicaba lo que eran incapaces de explicar con palabras. Se conocían como dos hermanas de sangre, pero ella la abandonó.

Cuando se volvieron a encontrar en el castillo de Melione lo primero que hizo Saoire fue abrazarla, después le cruzó la cara con un puñetazo. Se lo había merecido por haberse ido sin darle ninguna explicación.

―Zorra inmunda―le dijo apretando los dientes.

―Yo también me alegro de verte.

Y así sin más la tensión desapareció y volvieron a ser las amigas que habían sido antes. Y ella le pudo contar la razón de por qué había tomado la decisión de marcharse.

Reino de desolación y espíritus quebrados [Legado Inmortal 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora