El destino de la vida

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Melione iba delante de la comitiva mientras Antheia le rodeaba la cadera con los brazos

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Melione iba delante de la comitiva mientras Antheia le rodeaba la cadera con los brazos. Sentir su calor a través de sus ropajes le hacía sentir viva y quería atesorar ese momento para siempre porque no sabía cuando sería la próxima vez que estuvieran tan tranquilas.

Estaban a pocos kilómetros de la muralla exterior que rodeaba la ciudad de Misthow y los estandartes rojizos que coronaban las partes más altas de ellas comenzaban a vislumbrarse entre las copas muertas de los árboles y la niebla que los rodeaba.

La ciudad tenía ese nombre debido a la espesa niebla que aparecía por la noche y que se mantenía a las afueras durante el día. Ella nunca había viajado hasta la ciudad más importante y más grande del reino y solo conocía lo poco que le habían descrito sus padres o los viajeros que habían cruzado su pequeño pueblo.

Todos decían lo mismo que era una ciudad fría y triste, como si la niebla fuera la esencia del lugar.

―Estás pensativa―le dijo Antheia―¿Te ocurre algo?

―No, es solo que nunca he visitado esta ciudad. No sé como describir como me siento...

―Ese sentimiento de apatía y melancolía es normal. Esta ciudad respira eso desde el amanecer hasta el anochecer, cuanto más nos acerquemos más te darás cuenta.

―Es tan diferente a casa―suspiró.

Antheia sonrió y apretó la mano de Melione.

―Sí, volveremos pronto.

―Cuando acabe esta guerra creo que estaría bien hacer una fiesta, ¿qué te parece?

―Es una genial idea. Aunque creo que podríamos hacer una por tu coronación―dijo Antheia.

Melione detuvo el caballo apretando las riendas, y se giró para mirar a su pareja.

―Podríamos crear una nueva fiesta―sonrió―. Si a ti te apetece.

―Melione...―le cogió la cara con las manos y acercó su frente a la suya para mirar de cerca aquellos ojos del color de la tierra―. Me haría muy feliz crear algo nuevo a tu lado.

Melione le recolocó un mechón medianoche que se había desperdigado de su trenza y se lo dejó detrás de la oreja.

―No contemplo una vida sin ti. Sin tu delicadeza, ni tu sonrisa, ni tu amor por mi. Y quiero que sepas, que pase lo que pase mi corazón es tuyo.

Antheia la besó dulcemente sintiendo la delicadeza de su piel mientras ella la tocaba. Y era como estar en un sueño, flotando en él. Y en lo más profundo de su corazón, la sensación de pertenecer a ese lugar y que era su lugar seguro le recorrió por dentro y se instaló en su ser. Algo que jamás había sentido, pero sabía que era lo que se debía de sentir con el verdadero amor.

―Por mí podemos quedarnos aquí todo el día―dijo Saoire desde su puesto llevando las riendas de su caballo―. Pero luego no te quejes por tu hermano.

Reino de desolación y espíritus quebrados [Legado Inmortal 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora