CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

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Y seguía con aquellas palabras que ella detestaba, lo odiaba con todas sus fuerzas. Se dio prisa, y cuando terminó de recogerlo todo caminó hacia la puerta, sin embargo, él se adelantó y se apoyó contra ésta con los brazos cruzados mientras la miraba. El corazón de ella latió fuerte, estaba realmente asustada, era imposible creer que las intenciones de ese tipo fueran buenas sobre todo cuando él sabía cosas sobre ella. Ella metió la mano en su bolso y quitó su móvil para marcarle a alguno de sus amigos, sabía que irían por ella. El contacto de Víctor le apareció primero y le dio a llamar. Andrew arrugó la frente y se acercó rápido a ella.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —le arrebató el móvil y canceló la llamada, lanzó luego el aparato lejos de él, el golpe contra el suelo la hizo sobresaltarse.

—¿Por qué has hecho eso? —preguntó casi sin voz, estaba asustada.

—Porque estabas intentando arruinar nuestro precioso momento. Venga, deja esto en el suelo. —cogió el bolso que llevaba ella y lo depositó en el suelo.

El móvil de ella comenzó a sonar, a pesar del golpe que había recibido seguía funcionando, era de los buenos. Los dos lo miraron, Andrew suspiró, estaba evidentemente molesto. Se acercó al aparato y lo tomó.

—Víctor. —dijo leyendo el nombre que aparecía en la pantalla, la miró luego a ella—¿Qué crees que deberíamos hacer con este móvil?

Karen miró hacia la puerta que estaba ahora libre, podía correr hacia ella, abrirla y huir. Miró de nuevo al hombre.

—No me quedaré eternamente aquí, en algún momento tendrás que dejarme ir.

Apareció de nuevo aquella sonrisa malévola de su rostro.

—La pregunta es cómo.

¿A qué se refería con eso? No podía quedarse para averiguarlo. Miró de nuevo hacia la puerta y ahora que no llevaba nada encima, podía hacerlo. Corrió hacia la puerta y luchó por sacar el seguro. Ya casi estaba abierta pero entonces él se presentó frente a ella, la pegó contra la pared y la atrapó con sus manos.

—¿Dónde crees que vas? No hemos terminado todavía.

A ella se le estaba empezando a nublar la vista, sentía que aquello se estaba poniendo muy serio y no sabía qué hacer, sus pesadillas la estaban persiguiendo y no tenía a nadie que la salvara.

—Por favor, déjame ir, te daré todo lo que me pidas.

—¿Todo lo que te pida? Creo que ya sabes lo que quiero—se acercó para intentar besarla de nuevo, pero ella fue rápida, levantó la rodilla y le golpeó en su entrepierna. Entretanto que él se quejaba del dolor, ella abrió la puerta y salió corriendo por el pasillo.

Le dio al botón del ascensor con rapidez y algo agitada, pero entonces escuchó la voz del hombre detrás de ella. Estaba asustada, sobre todo porque él estaba furioso por lo que le había hecho ella, ella tuvo que correr a buscar las escaleras y bajar corriendo por ellas, había anochecido fuera, era tarde y no había mucha gente por los rellanos, y los que sí aparecían la tomaban por loca. Andrew la seguía, pero se escondía cada vez que aparecía alguien.

Karen sintió aterrada cómo unas manos fuertes la agarraban por la cintura y la alzaban, intentó gritar, pero Andrew le tapó la boca con una mano obligándola a callarse, así regresó con ella a su apartamento ignorado sus pataletas. La soltó una vez dentro y cerró de nuevo la puerta con seguro. Estaban agitados, ella lo miraba atemorizada, no terminaba de entender qué estaba pasando, solo quería salir de aquel lugar.

—¡¿Qué demonios quieres de mí?! —chilló turbada.

—Créeme si te digo que estoy siendo muy amable contigo—habló él caminando hacia ella, Karen retrocedía cada vez que se acercaba—me gustas tanto que no quiero hacerte daño, y tu forma de defenderte es pues...—hizo un chasquido con los dientes y se detuvo dejando ver su sonrisa. —Venga, siéntate—le mostró el sillón.

Tú, mi rincón favoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora