Capítulo 9

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—Hola.

Bastian volteó y me miró. Al instante se enderezó y se me acercó unos pasos, y al hacerlo Daphne, que estaba apoyada sobre él, casi se cae. Pero a Bas ni si quiera le importó.

—Sabrina, ¿cómo estás? —me recorrió rápidamente con la mirada y sonrió.

—Bien, ¿y tú?

—También.

Le sonreí, y Bas movió sus labios, pero no logré escucharlo porque los chicos subían cada vez más la música. De a poco la casa se iba llenando. Incluso, un chico ya se había acercado a Daphne y hablaban muy pegados. No me parecía extraño, mi amiga era una de las más lindas del colegio. Era rubia, con el cabello a los hombros y tenía unas curvas que daban de qué envidiar.

—Lo de recién no es lo que parece... —dijo, pero no escuché nada.

—¿QUÉ? —grité por encima de la música.

—QUE LO DE RECIÉN NO ES LO QUE PARECE.

—ESTÁ BIEN, NO PASA NADA.

Mentiría si dijera que no sentí una pizca de celos cuando vi a Daphne recostada en su hombro, pero ¿quién era yo para reclamar? Aún no entendía muy bien qué éramos.

—TE VES MUY BIEN HOY —dijo inclinándose hacia mí, y se me ruborizaron las mejillas.

—GRACIAS, Y TÚ TAMBIÉN —contesté sonriendo.

Estaba muy atractivo hoy, bah, siempre lo estaba. Pero hoy iba todo negro y por poco no se me caía la baba. Jeans negros, remera escote en V negra, la misma cadena de plata de siempre, y su bella cara en conjunto. Yo, por otro lado, me había decidido por unos pantalones de cuero de noche, y una blusa corta con un poco de escote, color rojo, a juego con mis labios que también estaban de rojo.

—¿QUIERES TOMAR ALGO?

—CLARO —contesté.

Leí en sus labios un "Ahora vuelvo" y se fue hacia la cocina. Mientras, recorrí un poco el lugar, aunque la gente me aplastaba cada vez más y comencé a asfixiarme. No era la primera vez que Scott hacía una fiesta en su casa, pero esta vez se habían pasado con la cantidad de invitados.

Caminé hacia el fondo de la casa, donde se encontraba el living, y las personas ya se habían ocupado todos los sillones donde jugaban entre muchos a las cartas. Me acerqué a mirar cómo Scott le ganaba una partida a otro chico, y éste se vaciaba la bebida de su vaso de un solo trago. Me giré para volver a buscar a Bas, cuando choqué con una espalda rígida.

—Ay, perdona —murmuré al desconocido girándome. Pero no era un desconocido, sino Noah, que me miraba con los ojos vidriosos y las mejillas sonrojadas probablemente por el alcohol.

—¡Sabrina!! Qué lindo verte. —Y sin más, me apretó entre sus brazos.

—Noah, me estás asfixiando.

—¡Oh! Perdona. —Me soltó y frotó sus manos en mis brazos, como asegurándose de que me encontraba bien—. Sabes, ese juego de allá, —Y señaló a los que jugaban a las cartas— es una porquería. He perdido ocho veces.

—¿Ocho veces?

—Así es, y he tenido que vaciarme el vodka de un solo trago. —Balbuceaba al hablar. Estaba demasiado borracho, y se tambaleaba.

—Noah, ¿estás bien? ¿Quieres que te lleve a tu casa?

—¿¿¿A mi casa??? Pero si estoy perfecto. —Dicho eso casi se cae arriba mío. Lo atajé antes de que lo haga.

—Noah, no te he visto últimamente en el colegio, ¿cómo estás? ¿cómo están las cosas en tu casa?

Era verdad que casi no nos cruzábamos, cada tanto nos mensajeábamos para saber que estábamos el uno para el otro, pero creo que desde el funeral lo he visto una sola vez más. Me angustiaba verlo en este estado, me angustiaba saber que no estaba haciendo nada para acompañarlo, y me angustiaba también el no ir a visitar a sus padres o pasarme por su casa. La realidad era que me consumía el miedo de hacer ese tipo de cosas, porque sabía que no iba a poder soportar el dolor. Así que lo único que hacía era evitarlo, pero sabía en el fondo que estaba mal. Sentía un hilo que tiraba de mí, y me hacía alejarme de las cosas que realmente debería hacer.

El Vals de las MariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora