Esta noche era Navidad. Bueno, en realidad vísperas de Navidad. Pero igualmente teníamos que cenar en familia, sólo los cuatro.
Por la tarde pude terminar con mi primer proyecto de crochet: la bufanda de Bastian. Aunque había tenido algunas complicaciones para esconder algunos hilos que me habían quedado sueltos, pude solucionarlos gracias a otro video tutorial, y estaba bastante contenta con el resultado.
Podía agregar algo a las preguntas de Danila. Me gustaba tejer, me entretenía y pasaba horas haciéndolo. Y no solo eso, sino que estaba tan obsesionada que me la pasaba guardando fotos de ideas que podría recrear en Pinterest. Imágenes de bolsos, sweaters, cárdigans. Y no eran tan complicados de hacer.
Doblé la bufanda cuidadosamente y la guardé en una bolsita que encontré en mi habitación. Estaba pensando en que esperaba en algún momento poder dásela a Bastian, cuando justo me llegó un mensaje de él.
Bastian:
—Hola, linda. Estaba pensando que podríamos vernos hoy después de medianoche. ¿Qué piensas?
Uf, iba a estar muy difícil. Pero teniendo en cuenta que era Navidad, en donde probablemente mi madre bebería vino y se dormiría temprano, tal vez podría escaparme unos segundos. Además, podría pedirle a mi padre que me dejara salir y me encubriera.
Sabrina:
—Hola, Bas. Creo que podría escaparme unos minutos, déjame que veo cómo puedo hacer.
Bastian:
—¡Genial! Avísame y te paso a buscar.
Sabrina:
—Está bien.
Bajé las escaleras mirando si por algún lado se encontraba mi padre. Me encontré a mi madre en el comedor limpiando el piso con un fregador, y al mirarme estaba completamente seria. No me preocupé mucho porque ella siempre estaba así, de malhumor. Me hice la distraída mientras me dirigía hacia la cocina, y para mi suerte, allí estaba mi padre, sentado en la isla tomando una taza de café. Entre sus manos tenía un libro, el cual ya estaba por más de la mitad.
—Hola, hija. ¿Quieres tomar algo? —me preguntó sin levantar la vista de su libro.
—Voy a servirme un vaso de jugo de naranja —contesté dirigiéndome hacia la heladera.
Tomé un vaso de una de las alacenas y me serví apoyándolo en el otro lado de la isla.
Me senté frente a mi padre.
—Papá, ¿puedo salir un rato después de medianoche? —No quería darle muchas vueltas a la situación. Ya me estaba volviendo loca aquí encerrada.
—Claro —dijo animado—. ¿Necesitas que te lleve?
—N-no, no —solté rápidamente.
—Ahhhh, ya veo. Vas a ver al hijo de Dominic... ¿Cómo era su nombre? ¿Benjamin? —Pasó de página en su libro—. Ah no, ya recuerdo, Baltazar.
—Papá... —musité en advertencia, pero mi padre estaba estallado de la risa—. Es Bastian.
—Uff, casi.
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El Vals de las Mariposas
Novela JuvenilJunto con la muerte de su mejor amigo y la obligación de convertirse en una bailarina de ballet profesional, Sabrina tendrá que enfrentar un nuevo escenario: la depresión y ansiedad. Su madre, obsesiva y manipuladora, no dejará de presionarla para c...