Sabrina.
Desde que tomé las pastillas todo fue muy borroso. Escuchaba voces, pero no entendía qué me decían, y me di cuenta que estaba en la parte de atrás de un auto por el movimiento. Pero sentía todo tan lejano. Vi a mi padre junto a mí en el auto, pero no entendía quién manejaba.
En un momento, cuando volví a abrir los ojos, me encontré con varias personas en frente mío. Y me di cuenta que eran enfermeros, por sus ropas y por las fuertes luces blancas del hospital. Aparentemente yo estaba en una camilla, y una de las enfermeras sostenía un tubo. Miré hacia un lado, y vi los ojos celestes de mi padre. Seguía mirándome con preocupación, tal como lo había hecho cuando me había encontrado en la habitación. No se encontraba muy cerca, porque tenía al menos tres enfermeros encima de mí.
La enfermera con el tubo comenzó a colocármelo en la boca, mientras me decía cosas que no lograba entender.
—Necesito que tragues esto —entendí finalmente que decía.
La miré confusa, ¿cómo esperaba que tragara un tubo?
Lo plantó firmemente, llevándolo hasta mi garganta.
—Trágalo, por favor, sino te lastimaré colocándotelo.
Hice como si tragara una pastilla, y ella me ayudó empujándolo. La garganta me ardió. Los demás enfermeros me miraban y vi que uno tenía una especie de... ¿palangana?
—Haz como si fueras a vomitar —me dijo la misma enfermera.
En ese momento entendí que iban a intentar hacerme un lavaje de estómago.
Hice lo que me decía, porque no tenía vuelta atrás. Como pude, levantando mi cabeza hacia adelante, hice fuerzas con el estómago provocándome el vómito. Miré toda la escena que estaba sucediendo frente mío, y no podía creer lo que estaba pasando. El otro enfermero sostenía la palangana en donde caía todo lo que yo sacaba por mi garganta.
Recordaba vagamente que mi padre me había llevado al baño y me había metido los dedos en la garganta intentando que vomite, pero volví a perder el conocimiento a los pocos segundos.
Caí contra la camilla una vez que una de las enfermas dijo que era suficiente, y mi cabeza rodó hacia mi lado izquierdo. Comenzaron a mover la camilla, llevándome a un lugar que desconocía. Escuchaba voces, pero ya no las distinguía.
Y lo último que vi, fue el brazo de una de las enfermeras que sostenía la camilla. Tenía tatuada una perfecta mariposa azul, que se posaba sobre su muñeca.
Después de eso, no recuerdo más nada.
···
Sentía todo mi cuerpo pesado, tanto que no podía ni abrir los ojos. Comencé a mover mi mano, pero era inútil, me dolía absolutamente todo.
Cuando finalmente pude abrir los ojos, vi un techo blanco, y me asusté porque no entendía dónde me encontraba.
Tragué saliva, tenía la garganta completamente seca, y me raspaba y dolía a más no poder, como si tuviera una angina. Me sentía dopada.
Giré levemente la cabeza, y las imágenes comenzaron a aparecer en mi cabeza.
Las pastillas, mi hermana, mi padre, el auto, el hospital, la enfermera. Comencé a recordar que había vomitado, y que probablemente a eso se debía todo el dolor que sentía.
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El Vals de las Mariposas
Teen FictionJunto con la muerte de su mejor amigo y la obligación de convertirse en una bailarina de ballet profesional, Sabrina tendrá que enfrentar un nuevo escenario: la depresión y ansiedad. Su madre, obsesiva y manipuladora, no dejará de presionarla para c...