Capítulo 2. ¿Qué escondes, Quackity?

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Al encender las antorchas, se pudo ver claramente que se encontraban en un cuarto de obsidiana con montones de cofres y un burbujero en un pedestal. Además había dos cuadros al fondo de la habitación, que las antorchas no alcanzaban a iluminar.

‒ Luzu, te presento mi cuarto de seguridad. Aquí tengo todo lo que no puedo permitir que me roben: diamantes, artefactos, armas, armaduras, libros de encantamiento. Lo más preciado e importante para mí está en esta sala. Pero lo que más protejo, es esto –encendió unas luces que rodeaban los marcos. En uno había guardado la piña que Luzu le regaló y en otro colgaba la foto que le había tomado el día que se fue.

‒ Quacks, esto es… No sabía que eras tan sentimental.

‒ Luzu, fueron 20 días. Te dije que te iba a extrañar ‒lo miró unos segundos y continuó‒. Pero eso no es lo mejor. Checa este cofre de aquí ‒señaló un cofre y, por precaución, preparó un hacha; en caso de que decida robar lo que se encuentra dentro.

‒ Son minas… ‒dijo anonadado.

‒ No es solo eso, Luzu ‒caminó a una puerta con seguridad al fondo de la habitación y la abrió. Entró a la habitación e hizo un gesto para que Luzu entrara también‒ Tengo los diseños y materiales para construir con los mods más ilegales de todo Karmaland. Rubius, Alexby, Fargan y Vegetta son los que más me compran.

‒ Wow, Quackity. Has hecho un gran negocio aquí. ¿Cómo lograste todo esto sin… bueno, ser baneado?

‒ Le pedí a Alexby convencer a los Dioses –mintió. Realmente les pidió permiso él mismo, pero sería muy sospechoso admitir que los Dioses le hicieron un favor personal–, aunque solo conseguí un permiso de 5 ventas ilegales a la semana como máximo; pero es mejor que nada.

‒ Y, ¿cómo lograste que Rubius trabajara para ti? O que no te traicionara…

‒ ¿Has escuchado el dicho “por dinero baila el perro”, Luzu? –jugueteó con el hacha en su mano‒ Aunque no somos exactamente socios, no nos prometimos lealtad ninguno de los dos ‒tomó la mano de Luzu y la presionó en su pecho‒. Te prometí que no le sería leal, ¿no es así?

‒ Entonces, ¿solamente le pagas a cambio de que se quede en la aduana por horas? ‒Luzu alejó su mano nervioso.

‒ No exactamente ‒salió de la habitación donde estaban, seguido por Luzu y la cerró‒. En realidad, él se encarga de que nadie robe, se pelee o se maten en mi isla. Se encarga de la seguridad, básicamente. Claro que también me sirve para apariencias, da una imagen segura al casino. Y se lleva bien con los Dioses.

‒ Quackity, te has hecho todo un hombre de negocios. Estoy impresionado.

Mientras subían las escaleras de vuelta a la habitación de Quackity, habló.
– ¿Sabes, Luzu? Tengo el presentimiento de que ya había hecho esto varias veces en el pasado ‒al llegar a la cima, se detuvo unos segundos‒. En fin. Luzu, te tengo una propuesta. Ahora mismo tengo a Karmaland en la palma de mi mano. Soy el hombre con más dinero y poder en este país. Pero hay solo una cosa que puede arrebatármelo; sabes que las elecciones para alcalde de Karmaland están por empezar. Me contaron por ahí que te gustaría postularte. Yo también pensaba en lo mismo, así que se me ocurrió que tengamos una pelea amistosa por el poder de Karmaland. Porque sé que no querrías que discutiéramos en serio por algo tan tonto como un puesto político. No vale la pena, ¿no crees?

Luzu sintió escalofríos recorriéndolo desde la espalda. La alcaldía le producía una ira incontenible y una necesidad de golpear a quien tuviera más cerca. Lo odiaba. Quackity era la última persona contra la que quisiera competir. Tenía miedo, pero no entendía por qué.

‒ Además, estoy seguro de que Willy votará por ti. Eres el único que tolera, además de Vegetta‒comentó Quackity.

‒ No lo sé, Quacks. No me parece que sea buena idea. Además, tú ya tienes tu casino, ¿por qué no yo soy el presidente y tú el vicepresidente?

‒ No, Luzu ‒dijo entre risas nerviosas‒, ¿no crees que pueda tomar decisiones importantes? Sé que he actuado como un niño todo el rato, pero yo también puedo pensar en lo mejor para la gente de L’manburg... Karmaland, la gente de Karmaland ‒se corrigió al instante.

Luzu decidió ignorar el error de Quackity, porque notó que lo ponía nervioso.
‒ Quacks, claro que sé que puedes tomar decisiones importantes. Confío en ti, es por eso que pido que seas mi vicealcalde, no confiaría en nadie más.

‒ No. Solo quieres cubrir el puesto con alguien que no puede decirte que no. No quieres que nadie te desafíe por tus decisiones tiranas, egoístas y hambrientas de poder. Yo sí pienso en el pueblo, yo sí sé qué es lo mejor para ellos ‒alzó la voz‒. ¡No soy el inútil que piensas que soy, Schlatt! ‒cuando menos se dio cuenta, había comenzado a llorar.

‒ Quacks, tranquilo ‒Luzu le limpió las lágrimas a Quackity con sus manos, acariciando su rostro con cariño‒. No te veo menos y sé que eres muy inteligente ‒lo tomó de los hombros y le dio la vuelta‒. Tan solo mira lo que has construido ‒caminó a su lado y sostuvo la mano de Quackity entre las suyas‒. Confío en ti y es por eso por lo que quiero que tomemos las decisiones juntos: tú y yo. No quiero que tengas más presión; ser presidente y dueño de una isla, además de traficar herramientas ilegales, es mucho trabajo junto. Sé bien que puedes hacer todo eso y más; pero si puedo quitarte un poco de carga, lo voy a hacer ‒removió el pelo de su frente con cariño.

‒ Luzu, yo… ‒dijo con la voz quebrada y aún entre lágrimas‒ Perdóname ‒abrazó a Luzu con fuerza y ocultando su cara en su pecho.

‒ Dejemos esta plática para otro momento ¿si, Quacks? ‒respondió el abrazo, sosteniéndolo fuerte entre sus brazos.

Poco a poco Quackity fue aflojando su abrazo.

– ¿Estás cansado? – preguntó Luzu.

Quackity asintió lentamente con la cabeza, aun oculta en el pecho de Luzu.

– Ven, vamos a dormir.

  Llevó a Quackity de la mano a su cama y lo recostó. Él se acostó a su lado, dejando espacio para que Quackity no se sintiera incómodo; de nada sirvió porque de todas formas lo abrazó, casi subiéndose completamente en él. Luzu le hacía cariñitos en su cabeza en lo que se quedaba dormido.

El sol se ponía y la luz iba disminuyendo lentamente.
El sueño le ganó a Luzu y se quedó dormido abrazado de Quackity.

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