Capítulo 5. Recientes cicatrices viejas.

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Quackity y Luzu salieron a un calabozo por primera vez en mucho tiempo. En el camino se detenían a tomar agua, comer y jugar con animales. Y después de unas horas de recorrer el mapa, se encontraron un lago repleto de patos.

‒ ¡Luzu, hay que nadar con los patos! ‒dijo Quackity emocionado y comenzó a quitarse la ropa.
Se quitó la sudadera con cuidado de no rozar su piel, aún débil por las quemaduras del accidente. Ese accidente del que nadie habla.

Luzu notó las enormes quemaduras de Quackity. Cubrían todo el lado derecho de su cara, su brazo derecho y una parte de su torso.

‒ Quacks ‒habló Luzu‒, he evitado preguntarte, pero ¿qué sucedió mientras no estuve?

Quackity lo miró confundido, no entendió a qué se refería exactamente, muchas cosas habían pasado desde que se fue.

‒ Tienes una cicatriz enorme, parece una quemadura muy grave ‒especificó‒. ¿Qué sucedió? ¿Tiene algo que ver con la desaparición de Titi? Nadie me cuenta qué sucedió.

La pregunta sorprendió a Quackity. Sabía que alguien iba a tener que explicarle a Luzu lo sucedido con Titi, pero no esperaba ser él quien le contara. Era un tema sensible para todos, a fin de cuentas, todos amaban a Titi.

‒ Titi… ‒ se le hizo un nudo en la garganta y le costó continuar explicando‒ Titi murió ‒dijo y le dio un par de segundos a Luzu de procesar la información antes de continuar‒ Hace dos semanas hicimos un juicio por la custodia de Titi, porque creímos que Staxx no era buena madre. Y a la mitad del juicio apareció un alíen gigante a destruir el pueblo. Mientras peleábamos, Titi… ‒se detuvo un segundo. Sintió como las lágrimas comenzaban a salir y su pecho se apretaba‒ Titi se sacrificó por nosotros. Solo me quedó esto ‒le enseñó una lima que le sobraba de las cosas de Titi‒ Yo quedé muy cerca de la explosión que provocó Titi para matar al alien y me lastimé.

A Luzu le tomó tiempo procesar lo que había dicho. Es cierto que Titi no aparecía desde que llegó y nadie había siquiera mencionado su nombre. Pero si Titi se había ido… ¿quién ocuparía la habitación que le construyó poco antes de irse?
  Luzu no se llevaba excelente con Titi, muchas veces se habían hecho maldades los dos, pero le tenía cariño. Lo quería mucho. «¿De verdad se había ido? ¿Para siempre?» pensó. No podía creerlo.
  No dijo una sola palabra, era muy difícil de aceptar que no volvería a ver a Titi. No sabía qué decir.

Quackity, por su lado, se terminó de quitar los pantalones y, en silencio, se metió al estanque de patos. Se echó agua en sus hombros con su mano, dándole especial atención a sus cicatrices, el agua se sentía muy bien en su piel quemada. Se acercó a los patos y jugó con varios de ellos, les echaba agua y los perseguía, aún sin decir una sola palabra, quería darle su espacio a Luzu para procesar lo que sucedió. Al final, a todos ellos les costó mucho superar su muerte.
Pero había algo más, un sentimiento mucho más grande dentro suyo: culpa. No pudo rescatar a Titi, aunque estuvo tan cerca; así como no pudo rescatar a su mejor amigo… No se atrevía a mirar a los demás a los ojos, sabiendo sus errores, lo que hizo y lo que repitió muchas veces: “Create no emotional attachments to anything. Everything gets destroyed”. Él lo sabía y, nuevamente, como muchas veces en el pasado, rompió sus propias reglas.

Luzu se quitó los zapatos y arremangó sus pantalones hasta la rodilla, se sentó en la orilla del lago y mojó sus pies en el agua. Se quedó absorto en sus pensamientos, viendo las ondas formándose en el agua con el movimiento de sus pies. Cuando menos se dio cuenta, estaba llorando; dejaba las lágrimas caer por sus mejillas hasta golpear en sus piernas.

Cuando Quackity notó que Luzu estaba llorando, se acercó a él y, con cuidado de no mojarle, tomó su mano y la apretó con fuerza.

Luzu, sin pensar, se echó al lago y rodeó a Quackity con sus brazos. Lo abrazó con fuerza y descansó su cabeza en su hombro.

Quackity, nervioso por mojarlo más, titubeó antes de abrazarlo de vuelta y le acarició la espalda con ternura.

Se quedaron abrazándose unos minutos que se sintieron eternos. Dejando al agua mecerlos, escuchando los graznidos de los patos y el fluir del agua.

‒ No pude despedirme otra vez… Nunca puedo despedirme ‒dijo Luzu con voz temblorosa y apretando con fuerza a Quackity.

‒ Está bien, Luzu ‒lo consoló Quackity‒. ¿Quieres ir a despedirte?

‒ ¿Qué? ‒preguntó Luzu, confundido. «¿Cómo puedo despedirme de alguien que ya no está aquí?» pensó.

Quackity salió del lago y le extendió su mano a Luzu, que se apoyó en él para salir.

‒ Estamos empapados ‒recalcó Luzu.

‒ En el camino nos secamos ‒tomó sus cosas con cuidado de no mojarlas y se encaminó al cementerio del pueblo, llevando a Luzu de la mano, casi arrastrándolo.

«Siempre tan despreocupado» pensó Luzu. La actitud tan relajada de Quackity era un gran alivio para él, siempre lograba calmarlo.

Durante el trayecto, se encontraron con Rubius, que iba a recolectar material para hacer otra máquina ilegal.

‒ ¡Ostia, Quackity! ‒dijo Rubius‒ Pero ¿qué andabais haciendo que estáis todos mojados? Quackity ni siquiera trae ropa.

‒ No es lo que crees, Rubius. No es lo que crees ‒dijo Quackity entre risas nerviosas.

‒ Y si así fuera, ¿qué te importa? ‒dijo Luzu.

‒ Pero bueno, Luzu, ¿por qué tan agresivo? ‒preguntó Rubius sorprendido.

‒ Bueno, pasa que ninguno de ustedes tuvo la decencia de decirme que…

‒ Vamos a nuestras casas por ropa. Caímos a un lago y no traemos ropa de cambio, la verdad tenemos algo de prisa ‒interrumpió Quackity‒ ¡Te veo luego, Rubius! ‒tomó de la mano a Luzu y lo arrastró rápido lejos de Rubius.

‒ ¿Quacks? ‒dijo Luzu, sabiendo que algo estaba mal. Quackity solo interrumpe de esa manera cuando está nervioso.

‒ No hables de Titi con Rubius y Staxx ‒dijo con un tono serio‒. Aún es un tema sensible para ellos.

Luzu no respondió. No podía imaginar el dolor que sentían ellos dos. Solo podía preguntarse cómo habían sido los días después de la muerte de Titi. Quackity parecía haberlo tomado bien.

(‘Parecía’ es la palabra clave, no lo había tomado nada bien, pero no iba a hablar sobre eso)

Una vez llegaron al cementerio del pueblo, Quackity guio a Luzu a la tumba de Titi.

Luzu, en silencio, se sentó frente a la tumba y recargó su cabeza en la lápida. Después de tomarse unos segundos para respirar, habló.
‒ Titi, perdóname por no estar contigo en tus últimos días. Aunque no fuéramos los mejores amigos, te quiero mucho. Dejaré tu habitación en mi casa, tus juguetes y tu cama no se van a mover de lugar. Perdóname, Titi ‒dijo entre lágrimas‒. Perdóname por no poder despedirme de ti como se debía. Me hubiera encantado verte tan valeroso. Te voy a extrañar mucho.

Después de unos minutos, Luzu se levantó y dejó frente a la lápida una flor blanca que había recolectado durante su viaje.

Quackity solo se paró a un lado de Luzu, esforzándose por contener las lágrimas. Ni siquiera se atrevía a mirar la tumba de su hermano, la culpa de no poder salvarlo le destruía, no podía con eso, no dos veces. Se dio la vuelta y se tapó los oídos, dejando caer su ropa al suelo, sabía que si hubiera sido más rápido hubiera podido salvar a Titi; pero no lo fue y todos sufren por eso, por su culpa.

Cuando Luzu escuchó a la ropa de Quackity golpear en el piso, se dio la vuelta y se acercó a Quackity, recogió su ropa y lo cobijó con su propia chamarra.

‒ Te vas a resfriar si sigues por ahí sin ropa ‒dijo Luzu y reposó su cabeza en el hombro de Quackity, respirando casi sobre su cuello.

No obtuvo respuesta. Quackity solo se quedó ahí, quieto, sin emitir un sonido.

Después de unos segundos, tomó su chamarra y se la puso correctamente, igual que sus pantalones y zapatos. Evitando la mirada de Luzu en todo momento.

‒ Quédate a dormir en mi casa esta noche, Quacks.

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