Capítulo 4. Aquel prado de flores.

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Luzu pensaba volver a usar la ropa que traía la noche anterior, pero Quackity le ofreció una sudadera roja con el logo de su casino y unos jeans negros. Él, por otra parte, se puso una camisa blanca con tirantes y una corbata roja, un pantalón de vestir café, saco rojo y gafas de sol rojas con armazón dorado.

‒ ¿Es porque diriges un casino o porque vas a postularte para la alcaldía que vistes tan formal? ‒se burló Luzu, intentando disfrazar con humor que le gustaba mucho que Quackity vistiera formal, lo hacía mucho más atractivo, además dejarse el pelo ligeramente más largo, hacía que sobresaliera de su gorro y se veía bastante guapo.

‒ Por el casino ‒explicó Quackity‒. Para la alcaldía me arreglaría aún mejor ‒aclaró con un tono coqueto.

Luzu sintió el ambiente más caluroso, sus manos comenzaron a sudar y su cara se puso colorada. Rio con nervios para intentar calmarse.

Quackity notó lo nervioso que se estaba poniendo Luzu, lo que le dio mucha ternura, y para dejarlo calmarse bajó a poner un cartel para avisar que el casino y la isla en general estarían cerrados ese día.

Una vez Luzu se vistió, bajó con Quackity.

‒ ¿Listo? ‒preguntó Quackity cuando lo escuchó bajar las escaleras.

Lo observó detenidamente, adoraba cómo se veía con su ropa, le quedaba especialmente bien, o quizá solo era porque le hacía ilusión que trajera cosas suyas puestas; pero quería que se quedara con esa sudadera. No le molestaba regalársela, no a él.
– Te queda muy bien –comentó Quackity.

– Gracias. Veo que tiene el logo de tu casino, ¿es mercancía?

  – Sí, es mercancía super cara y muy limitada.

– Ya veo, entonces te la regreso en cuanto la lave...

– No –interrumpió al instante–. Quédatela, tengo un montón de esas –mintió.

– No, Quackity, ¿cómo podría? –respondió Luzu, avergonzado.

– Vamos, Luzu, considéralo un regalo. De todas formas, te queda muy bien. Me gusta verte con mi sudadera puesta.

– Bueno, Quacks –dijo entre risas nerviosas–. Gracias.

Ambos salieron del casino de Quackity, quien se tomó su tiempo para cerrar todo y asegurarse de que no había forma de que los demás irrumpieran en su isla, ni siquiera Rubius. Y se encaminaron al volcán.

Quackity le explicó a Luzu todo lo que sucedió dentro del volcán: la pelea con el boss, el encuentro con Sapo Peta y el descubrimiento de ese corazón extraño. Faltaron algunos detalles, pues Quackity tampoco estaba enterado de todo, estuvo muy ocupado construyendo su isla y apenas salía de casa. Las pocas veces que salió fue porque Merlón los convocó o para pelear con los Dioses.

Ambos pasearon un rato en los alrededores del volcán y Quackity bombardeó a Luzu con preguntas sobre su misión. Luzu tuvo la atención de responder a cada una de sus preguntas. Extrañaba a Quackity mucho más de lo que imaginó y tenerlo de vuelta lo reconfortaba mucho. Pero no podía evitar sentir que había algo distinto en él.
Por afuera parecía ser exactamente el mismo Quackity que dejó en su isla a medio hacer; pero estaba mucho más nervioso y a la defensiva que antes. Era irónico que, aunque siempre estaba en un estado de alerta, tampoco parecía tener consciencia sobre los mobs. Siempre ha sido muy descuidado, pero esta vez realmente parecía que no notaba que estaban ahí.

‒ Quacks ‒habló Luzu‒, me estaba preguntando, ¿por qué decidiste postularte para la alcaldía?

‒ Karmaland es un pueblo muy inseguro, la gente sufre todo el tiempo y nadie jace nada. Yo perdí a alguien, Luzu; alguien que quería mucho, en manos de unos delincuentes y no pude hacer nada para evitarlo. Este pueblo necesita justicia, Luzu. Necesita un orden, pero postularme para la alcaldía yo solo no es justo… yo no lo siento correcto. Y no hay nadie mejor que tú para postularse como mi contrincante.

‒ ¿Y si algún tercero se postula para jodernos?

‒ Luzu, no sobre pienses las cosas. El único que podría postularse es Staxx y dudo que quiera ser alcalde.

Quackity evitó completamente el tema y empezó a hablar de otras cosas sin sentido. Era evidente que no quería profundizar mucho y, en parte, eso alivió a Luzu, pues hablar sobre ese tema tampoco le hace bien, así que aceptó hablar de cosas más mundanas con Quackity. Ya tendrían mucho tiempo en el futuro para hablar al respecto.

‒ Luzu, hace poco encontré un lugar muy bonito lleno de flores, quería mostrártelo, pero no estabas. ¿Por qué no vamos de una vez?

‒ Claro, Quacks. Te sigo.

Quackity preparó su lancha y arrancó el motor, mientras Luzu se acomodaba en su asiento, y se puso en marcha.

El viento que chocaba en sus oídos hacía difícil que entendieran al otro cuando hablaba, así que se quedaron en silencio, disfrutando de ver a los peces en el agua y de escuchar el canto de los pájaros.

Luzu se relajó tanto que comenzó a sentirse adormilado y, cuando menos se dio cuenta, estaba recostado en el hombro de su acompañante.

Quackity se puso nervioso, pero no podía permitirse distraerse o volcaría su barco.

– Hacía mucho tiempo que no salíamos así –comentó Luzu.

– No habíamos coincidido. Se siente como si hubieran pasado años desde la última vez que salimos.

– Es porque te levantas muy tarde.

– Por favor, ¡tú te despiertas muy temprano!

Luzu rio y decidió no seguir peleando.
Se sentía bien tener un momento a solas, solo ellos dos disfrutando de la compañía del otro.
Ocasionalmente, Luzu se quedaba mirando a Quackity, que estaba muy concentrado manejando para notarlo. Extrañaba mucho poder verlo, había disfrutado de su misión, fue emocionante; pero quedarse tranquilo junto a Quackity era mucho mejor.

Quackity no se quedaba atrás, habían pasado demasiadas cosas el tiempo que Luzu estuvo fuera de Karmaland y los momentos de paz casi se habían extinguido, pero con Luzu a su lado sentía que recuperó toda la tranquilidad que había perdido esas largas semanas.

Si tan solo el tiempo pudiera detenerse en ese momento.

Pronto llegaron a la costa. Había un prado repleto de flores, con árboles suficientes para dar un poco de sombra y un par de animales pequeños jugando por el pasto.

Se quedaron un rato en el campo, platicando y comiendo.

Exploraron los alrededores y Luzu aprovechó para recoger varias flores para Quackity.

– Quacks, mira –le mostró un pequeño ramo de flores amarradas con un tallo–. Una flor para otra flor, aunque en este caso son flores.

Quackity rio y guardó las flores en una de las bolsas laterales de su mochila para no lastimarlas.

Después de un paseo largo, ambos se recostaron debajo de un árbol, en una zona donde no les diera mucho Sol, pero tampoco fuera por completo sombra. Luzu se recostó boca abajo, cruzando los brazos por delante y descansando ahí su cabeza. Quackity, sin pensarlo, se recostó recargando su cabeza en la espalda de Luzu.

Ambos se quedaron ahí, quietos, en silencio. Disfrutando de estar junto al otro, del Sol calentándolos en el punto perfecto para no acalorarse, el frío del pasto que no hacía sentido dado el intenso sol al que se exponía y de sentir al otro tan cerca.

No necesitaban decir ni escuchar nada, ambos estaban cansados y estar juntos les daba la seguridad de dormir sin problemas. Así que eso hicieron, se relajaron y tomaron una siesta en aquel bello prado.

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