"No Te Coloques En El Suelo"

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La ama de llaves se encuentra en la cocina, preparando su alimento de media tarde. Una mujer con carácter fiero y malas condiciones físicas, que siempre se esconde en la cocinera para comer. La señora Picces, francesa, sin duda alguna una mujer para impone miedo.

Atenta en su comida no se percata de la presencia de su superior, Grace. Esta es delgada, alta y con una mirada persuasiva. Su rostro es relajado pero denota mando cuando llama la atención de la ama de llaves raspando su garganta.

Ante el ruido la señora Picces da un brinco en su lugar por el susto. Sabe quien es y que le dirá, por eso mismo no se gira. Traga el último pedaso de pollo que quedaba en su garganta y se torna lentamente hacia su superior.

-¿Si, señora?- se hace la inocente.

-Señora Picces, puede usted explicarme la razón por la que está aquí, y no en su puesto?- cuestiona.

-Señora, me disculpo. ¡Pero se me ha pasado la hora de comida y no había podido probar bocado en horas!- exagera la mujer de mayor volumen corporal.

-Detenga sus excusas que no me interesan en lo absoluto. Solo le advierto que los señores de la casa están por llegar y no quiero errores. Vaya hacer su trabajo, inmediatamente.- ordenó. Se alejó de la cocina y se encaminó a la alcoba de la joven Sandra.

Dio tres toques a la puerta y sin esperar respuesta, se adentró a la enorme habitación.
Encontrándose con una niña sentada en el suelo, a lado de la cama, jugando con un par de muñecas.

-Sandra, levántate del suelo por favor. Ese no es lugar para jugar y tampoco es hora. ¿Has hecho tus deberes?

-Si, Grace. Han sido muy fáciles. No me ha costado trabajo, es por eso que me has encontrado jugando.

-Muy bien, pero no vuelvas a colocarte en el suelo. Para eso hay sillas o tu cama.

-Lo siento, Grace.

-Ve a ducharte, tus padres vendrán. Ponte algo lindo. Cuando termines, bajas a la estancia por favor.

-Si.

Sandra caminó a su baño una vez que Grace se fue. No le gustaba que no la dejase jugar, esas muñecas eran sus únicas amigas. Pero aprendió algo: Jamás volvería a sentarse en el suelo, no es correcto.

Una vez salió de la bañera se envolvió en una toalla e hizo lo mismo con su cabello. Este era largo y sedoso, de color claro.

Se colocó el vestido que sus padres la habían enviado desde Milán hace unos días. Rojo con encaje blanco, llegaba por debajo de sus rodillas, tal y como debe ser, sin mostrar más de lo necesario. A Grace le gustaría el vestido tanto como a ella. Se colocó sus zapatos blancos.

Se sentó en su tocador, tomó su cepillo de cerdas plateadas y se cepillo la melena brillante. Observó su reflejo y se preguntaba: ¿Cómo es posible verme reflejada? Jamás le había surgido esa pregunta antes. ¿Por qué podía? ¿Había acaso algo oculto? Tal vez se tratase de magia. No, eso no existe.

Tres toques en la puerta llamaron su atención y entró Picces. Ella no le agradaba, el sentimiento era mutuo.

-Joven, baje por favor. Se a tardado mucho. Sus padres acaban de llegar.

-¿Y quién te a dicho que vinieras por mi? Ya bajaba, para tu información.

La mujer respiro ondo y se controló. No podía faltarle el respeto a una chiquilla malcriada. Y antes de cometer una falta, se retira.

Sandra suspira. Sus padres están aquí. Por fin los verá después de tanto tiempo.

Se pone de pie y camina derecha hasta la estancia, donde la esperan sus progenitores.

Always Be White And PureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora