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La carne, el pollo y el pescado asado se podía oler dentro de las cuatro paredes que conformaban aquel acogedor establecimiento, contagiando a los comensales a reír, charlar, chocar sus vasos, al brindar y halagar el buen sabor de la comida.

Unas manos picaban con agilidad las papas, las cebollas y demás verduras que complementaban los diversos platillos que se servían. La mujer encargada, aun sintiéndose agotada, mostraba una cálida sonrisa cuando hacía entrega a alguno de los dos mozos que le ayudaban, el plato que habían solicitado. Estar trabajando hasta tarde sí que era realizar un mayor esfuerzo que en el día por la cantidad de clientes que se sentaban en las poquísimas mesas que podían ocuparse.

Justo cuando sonó la campanilla de la puerta, que daba avisó sobre algún cliente nuevo que hacía su ingreso al restaurante, la mujer se secó las manos con el trapo que traía en su mandil para dejar de cocinar y caminar hacia el mostrador. Donde un estudiante de sonrisa resplandeciente, ojos grandes y mirada risueña le mostró un gesto en saludo para recibir en respuesta ciertas palmadas en los hombros en compañía de un severo regaño que le hacía estar quejando de estar siendo avergonzado a los ojos de los demás.

—¡Pero mamá! —protestó Chan Yeol mientras su madre le hacía pasar hacia la cocina para no seguir haciendo una escena frente a la clientela—. Te dejé varios mensajes avisando de que vendría más tarde debido a las prácticas de natación. Hasta te llamé.

—Y tú bien sabes que tu madre no sabe cómo usar ese bendito aparato. Ni siquiera escuché tu llamada, jovencito. En serio, que tú... —su madre fruncía los labios y el entrecejo al renegar, aprovechando hasta tomar un periódico de la pequeña mesa que tenía a su alcance para enrollarlo y darle con eso a su hijo en el hombro—. Ahora estoy sufriendo de dolores en las manos. Necesito un masaje, descansar los pies y...

Chan Yeol no dejó terminar a su madre de quejarse por pronto colocarse detrás de ella para llevar sus manos hacia aquellos frágiles y pequeños hombros por intentar brindarle de masajes como había escuchado con anterioridad.

—Deja esto a tu hijo, que soy bueno con las lesiones musculares. Sí que estás muy tensa, madre. Deberías tomar ese descanso que pides. Y dejar que te ayude en la cocina.

—Eso estoy esperando desde las seis y media, que vengas a ayudarme en el restaurante —comentó, respirando más lento, cerrando los ojos y sintiéndose cada vez más aliviada debido a esos precisos movimientos que hacía por saber dónde atacar los quisquillosos nudos tensos en su espalda—. Sé que te estoy pidiendo mucho, hijo. Pero cada día, me estoy quedando sin personal. Creo que Ji Woo renunciará pronto por un mejor empleo en un restaurante más reconocido. Lo he escuchado hablar, así que tendré un mozo menos. Volveré a poner nuevamente aquel viejo aviso en la ventana.

—No necesitas un nuevo mozo, estoy aquí para ayudarte. Veré ser más puntual y buscar la forma de avisarte cuando ocurran estos casos. Te esfuerzas mucho por mí. Y todavía no soy mayor de edad para poder ayudarte más. Por eso, quiero ser necesario en todo lo que pueda. Además, no hay restaurante que preparé la mejor sopa de verduras con fideos caseros como los tuyos, al igual que tu cerdo asado con nabo y lechuga, ni qué decir de tu pollo frito y...

Su madre alzó sus comisuras al sonreír y abrió enseguida los ojos para girar el cuerpo a verle.

—Seguro, ni siquiera has comido bien, ¿cierto? —achicó los ojos al mirarle con cierta seguridad de saber qué respondería—. Nada de mentirme, Chan Yeol. Puedo notar que se te hace agua la boca de haber mencionado todos esos platillos.

Chan Yeol solo río.

—En serio que te estás acostumbrando a los castigos de tu madre, jovencito. Ve a cambiarte para que comas y puedas ayudar las horas que faltan por cerrar. Ve, no me hagas repetir dos veces.

Seamos felices juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora