CAPÍTULO 71

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Moscú, Rusia

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Moscú, Rusia

29 de marzo de 2019

Aún seguía renuente a la idea de que Priscila nos acompañara a la fiesta, pero ya estaba aquí y tampoco era una buena opción dejarla sola cuando ni siquiera confiaba en mi propia sombra. La vi mirarse una última vez en el espejo, mientras alisaba con los dedos de sus manos la tela del vestido de seda que Travis trajo para ella; por un momento mi mente se transportó al pasado y vi a Kerstin de pie en lugar de a ella, mirándose aquel día cuando viajamos a Nueva York, alisando de la misma manera en que Priscila lo hacía, su vestido de seda verde. Sacudí la cabeza para traerme devuelta. Priscila se miraba como si no pudiera reconocerse a sí misma, como si fuera alguien más y yo la estaba mirando de la misma manera. Así como alguna vez miré a Kerstin.

Llevaba su cabello, que ahora le llegaba un poco más debajo de sus hombros, recogido en un moño pegado a su nuca.

—Tengo que admitir que tu amigo tiene buen gusto con las cosas de mujeres —volteó a mirarme—. ¿Acaso se dedica a algo que tenga que ver con esto?

Sonreí y negué con la cabeza en ese instante que escuché sus palabras. Travis no era ningún estilista de moda ni nada parecido, pero era seguro que tenía bastante conocimiento sobre cosas de mujeres como ella decía, porque era todo un casanova.

—No se dedica a eso, pero tiene experiencia —contesté—. Te ves hermosa —le sonreí.

Estaba tratando de abrochar la pajarita a mi cuello, pero en cualquier momento iba a ahorcarme con ella misma porque me estaba desesperando no poder acomodarla en el maldito cuello de la camisa. Ella sonrió al verme luchar con el fastidioso pedazo de tela que me estaba haciendo perder la poca paciencia. Se acercó sin dejar de mirarme y sin apartar esa sonrisa tan bonita que tenía. Eso me hizo calmarme.

—Déjame ayudarte con eso, torpe —dijo a modo de burla una vez que se detuvo a escasos centímetros frente a mí.

Levanté mis manos al aire, como si se tratara de un arresto, y alcé la vista al techo para darle todo el acceso posible a mi cuello. No sé cómo lo había logrado, pero era evidente que ella tenía más conocimiento que yo acerca de cómo acomodar eso. Nunca he usado trajes con corbatas o lazos, siempre los he usado sin ellos y era de esperarse que no supiera cómo ponerme uno.

—¿Mejor? —preguntó y resoplé aliviado al mismo tiempo en que asentía con la cabeza.

—Mucho mejor, gracias.

—Te ves muy guapo de negro —me alagó mientras me miraba de pies a cabeza.

—Es que lo soy por naturaleza —bromeé y soltó una carcajada.

No era por ser arrogante, sin embargo, trataba de alivianar el nerviosísimo que en ambos surgía. El día anterior ella había estado ansiosa y yo no me quedaba atrás; no porque temiera por mi vida o lo que me pudiera pasar, sino por la suya y porque ella estaría quizá en medio de un caos que no quería. Esperaba que Travis tuviera razón y que pudiéramos hablar como gente civilizada con Kolja Sokolov sin necesidad de matarnos. Pero no había que confiarnos tampoco y no tenía por qué confiar en un Sokolov otra vez.

Lacerante © [+21]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora