CAPÍTULO 43

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No era el momento, mucho menos el tiempo indicado para ser la persona responsable de darle alguna esperanza o ilusión a Priscila, porque al igual que sucedió entre Kerstin y yo, ella también estaba lo suficientemente herida para meterse con alguie...

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No era el momento, mucho menos el tiempo indicado para ser la persona responsable de darle alguna esperanza o ilusión a Priscila, porque al igual que sucedió entre Kerstin y yo, ella también estaba lo suficientemente herida para meterse con alguien igual de lastimado que ella. Estaba seguro que ella no sentía nada profundo por mí, me atrevía a asegurar que, todo lo que ella sintió en aquel instante en que agarró esa botella, simplemente fue deseo y arrebato. No la culpaba, sin embargo, ella pareció detestarme en el preciso instante en que la aparté lo más lejos posible de mí, tanto así, que no dudó en abofetearme, tomándome completamente por sorpresa y luego se marchó a la habitación, donde escuché la puerta cerrarse con fuerza.

—Qué mierda... —Me sostuve la mejilla por un instante, preguntándome qué demonios había hecho.

Me mordí el labio inferior, agaché la cabeza mientras me llevaba las manos a las caderas y meditaba por unos segundos, que era lo que debía hacer o no; darle lo que quería o solo ignorar que esto había pasado.

Ignorar parecía que era la mejor opción.

Me fui a la habitación y me dejé caer sobre la cama, sin siquiera preocuparme por quitarme la ropa o darme una ducha, simplemente recosté sobre el colchón, mientras afuera parecía que el sol comenzaba a dar sus primeros indicios de aparición.

Me fui a la habitación y me dejé caer sobre la cama, sin siquiera preocuparme por quitarme la ropa o darme una ducha, simplemente recosté sobre el colchón, mientras afuera parecía que el sol comenzaba a dar sus primeros indicios de aparición

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Desperté gracias el timbre del celular, que retumbaba en algún lugar. Me removí con pereza sobre la cama y refunfuñé para que dejara de timbrar, lo había hecho después de unos cortos segundos, pero tardó el mismo tiempo en volver a resonar con impaciencia Abrí los ojos de golpe y miré en dirección a la puerta blanca del dormitorio; estaba boca abajo, observando como si fuera algo sin vida. Busqué entre los bolsillos de mi ropa, hasta dar con el insistente aparato.

—¿Sí? —respondí sin siquiera darme tiempo para mirar la pantalla.

—¿Davlian? —pronunció una voz femenina que era más que familiar para mí.

Jennifer.

Me levanté rápidamente de la cama, despegué el teléfono de mi oreja y observé con extrañeza el numero desconocido.

Lacerante © [+21]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora