CAPÍTULO 37

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Mi teléfono celular comenzó a timbrar y vibrar dentro del bolsillo de mi pantalón

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Mi teléfono celular comenzó a timbrar y vibrar dentro del bolsillo de mi pantalón. Me puse de pie para sacarlo y cuando lo hice, vi el nombre de Robert figurar en la pantalla, hacía semanas que no me comunicaba con ellos y justo este día era el menos indicado para eso. Dejé que siguiera sonando, hasta que se cansara de esperar a que contestara.

—Vaya, pensé que estabas bajo tierra —apreté el celular en mi mano, al mismo tiempo que cerraba los ojos al escuchar su voz.

Volví a meter el aparato en mi bolsillo.

—¿Por qué no estás muerto? —preguntó y me giré para contemplarla.

Vestía un pijama de satín de color rojo, cuyo pantalón era bastante diminuto y los pezones de sus senos se marcaban en la tela. Me maldije al darme cuenta de lo que estaba mirando.

—¿Por qué iba a estarlo? —arqueé una de mis cejas.

—Porque Nikolay no te dejaría escapar fácilmente, después de lo que le hiciste a su hijo.

Me reí y caminé hacia ella, para acortar la distancia que nos separaba.

—Creo que el que no pudo escapar fácilmente, fue él —dije lleno de malicia y regocijo, al recordar lo que había pasado semanas atrás.

Los labios de Alexa se separaron, dejando entre ellos una pequeña brecha. Sus dos cejas se elevaron y sus ojos me miraron con sorpresa.

—¿De qué estás hablando?

—Mi más sentido pésame —Le dije—. Discúlpame por no enviarte el cuerpo de tu esposo, a estás alturas quien sabe a donde habrá quedado.

—No lo hiciste —negó, mientras se cruzaba de brazos.

—¿Por qué no lo mataría?

—Davlian, eres un dulce niño, no serías capaz de cometer algo así, además, hablamos de Nikolay. Un hombre que te lleva muchas ventajas en muchos aspectos. No sabías donde estaba, era imposible que dieras con él.

Chisté mi lengua y la miré divertido.

—Nikolay está muerto Alexa, ahora eres viuda —Su gesto de incredulidad paso a ser uno de sorpresa absoluta.

—¿Lo asesinaste porque mató a Kerstin?

—Lo asesiné porque se lo merecía —Me alejé de ella—. Y por más que quisieras que ella estuviera muerta, no lo está —metí ambas manos a mis bolsillos.

Ella guardó silencio, mientras sus ojos parecían inspeccionarme, caminó hacia a mí y sonrió cuando sus pies se detuvieron a corta distancia de mí.

—Has estado llorando, tus ojos hinchados te delatan —dedujo—. Si ella no está muerta, entonces te ha abandonado.

En el momento en que ella dijo esas palabras como si fueran un chiste, quise sacar una de mis manos de mis bolsillos y estrellarla contra su repugnante rostro de zorra barata, más me contuve, porque sabía más que nadie que desde que le levanté la mano aquel día que buscaba frenético a Kerstin, debía controlarme. Porque no quería ser como mi padre y terminar como él.

Lacerante © [+21]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora