-10-

292 33 0
                                    


Después de llegar a la cafetería del mismo hospital, Ann se sentó en una mesa al lado de una ventana mientras Law pedía dos cafés.

 
La cafetería era igual de grande de lo que Ann se esperaba y, obviamente, igual de pija que todo el edificio. Era blanca, al igual que el resto del hospital, excepto las mesas y sillas, que eran de madera oscura, haciendo que la cafetería pareciese mucho más elegante. Las ventanas daban mucha más luz al ambiente que ya estaba lleno de gente disfrutando de una pausa con sus familiares.

Antes de que se diera cuenta, Law volvió con Ann, dejó los cafés en la mesa y se sentó en frente de la joven, que no paraba de mirar por la ventana.

—No les quedaba leche de desnatada, así que te han puesto leche semi-desnatada —dijo el pelinegro acercando una de las tazas a la joven.

—No me puedo creer que en este hospital falte de algo —dijo finalmente despegando la mirada de la ventana y haciendo que el joven sonriera.

—Te gusta?

—¿El qué? —preguntó ella confusa mientras removía el café con la cuchara.

—Las vistas. Mirabas al parque y parecías embobada.

Ella simplemente se encogió de hombros y le dio un sorbo a su café.

El parque sí que había cautivado su atención, bueno, al fin y al cabo, el parque era enorme y no había otro lugar donde pudiese ir su mirada. No se podía escuchar, pero Ann estaba segura que al ser verano se podrían oír las cigarras. Tenía tanta naturaleza que casi parecía un bosque en medio de la ciudad. Los árboles eran frondosos y con un color muy vivo, pero ella deseaba saber cómo lucían en otoño, de color marrón y rojo.

—¿No se supone que tendrías que volver para ayudar a tu padre? —dijo ella evitando responder a la pregunta del pelinegro.

—¿Me vas a echar después de que te haya invitado a un café?

—Un café con leche semi-desnatada —se burló ella haciendo que él volviera a sonreír.

—Me ha costado 5 Berries.

—Mentira. He visto en la entrada que a los trabajadores os hacen un descuento.

Law rio después del comentario de la joven y ella por fin notó que realmente podía estar a gusto con él en cualquier momento.

—¿Por qué le has mencionado a tu padre sobre mí? —preguntó ella cambiando de tema.

—Porque eres especial —respondió sonriendo.

—¿Me estas llamando tonta? —dijo ella haciendo que Law casi se atragantará con el sorbo de café.

—Yo no he dicho nada de eso. ¿Por qué siempre acabas diciendo cosas que no han salido por mi boca?

—Solo dime la verdad. ¿Por qué le has contado a tu padre sobre mí? ¿Qué le has dicho?

—La verdad es que le he dicho que eres especial.

Ann se quedó en silencio mientras veía como Law se terminaba su café y ella solo había pegado un sorbo al suyo. 

¿Si le había dicho a su padre que ella era especial significaba que ella era especial porque era una chica que tenía una situación especial en la vida por llorar todo el rato y ser adoptada, o porque era especial para él?

—¿Te gusto? —preguntó ella directamente haciendo que él simplemente se encogiera de hombros.

No dijo nada más; era como si evitara responder y Ann no se esperaba esa respuesta. Estaba cansada de que él pareciera estar jugando con sus sentimientos después de que él supiera que ella estaba colada por él. Así que, frustrada, se levantó de la silla dispuesta a irse hasta que él cogió del brazo.

—¿A dónde vas?—preguntó él confuso.

—A buscar a mi hermano. Gracias por el café—respondió ella tomándose lo que quedaba de café de un golpe y dirigiéndose hacia la sala seguida por el médico .

—¿Te has enfadado? —preguntó él con un tono de arrepentimiento y ella simplemente ignoró al chico después de que hiciera una pregunta tan obvia.

Ella se adentro en el pasillo a un ritmo acelerado, mientras el joven no paraba de decir el nombre de la joven disculpándose. Pero Ann no se giraba. Entonces, él la volvió a coger de la mano y se quedaron en medio del gran pasillo.

—Ann, lo siento —dijo haciendo que Ann se girase para mirarle.

Ella no dijo nada a pesar de que seguían mirándose, pero lo hizo para ver si él diría algo más que un lo siento, algo más que una simple disculpa. Quería saber si de verdad sabía por qué se estaba disculpando. 

—¿Sabes por qué lo sientes?—preguntó ella al ver que el médico no volvía a hablar.

Él no apartó la mirada, pero la miró de una forma apenada y, aunque pareciera que las palabras iban a salir de su boca, en realidad no lo hicieron. Eso entristeció a Ann, quien se zafó del agarre del médico dispuesta a marcharse.

No sabía por qué todos los chicos que le gustaban siempre acababan decepcionándole. Y esta última había sido irritante. Era irritante porque ella pensaba que era estúpida al pensar que amaba siempre a aquellos que, de alguna forma, no la apreciaban aunque pareciese que lo hicieran. Era frustrante y vergonzoso. Igual de vergonzoso que cuando el médico grito en medio del pasillo me gustas.

Ella paró, eso sí, sin girarse; no quería que él ni nadie viera la cara de tomate que se le había puesto. Y es que todos los presentes miraban hacia el médico, que esperaba una respuesta de la joven. Y al no recibirla, volvió a gritar.

—Portgas D. Ann, ¡me gus-

Una mano le freno de completar la frase, aunque ya todos la habían escuchado antes. Y es que, a pesar de que la boca del pelinegro estaba tapada con la mano de Ann, su sonrisa era visible. Ann mandó una mirada de odio al médico y se disculpo ante los pacientes y trabajadores que estaban aún contemplando la escena antes de irse de allí. 

Una vez se fueron del pasillo, se metieron en el cuarto de limpieza. Pequeño y oscuro, un lugar perfecto para estrechar lazos con un crush que rechazaba sus sentimientos.

—¿Se puede saber por qué has tenido que gritar eso? —preguntó ella molesta a penas viendo la cara del joven a pesar de que estaban muy cerca el uno del otro. 

—¿No era eso lo que querías escuchar?—respondió después de prender una pequeña bombilla que iluminaba muy tenuemente.

—¡Ah! Entonces has dicho eso porque sabías que era lo que quería escuchar y en real-

Ann no pudo terminar porque el médico depositó un beso en la boca de la joven haciendo que esta se quedara en shock. Un simple beso hizo que sus ojos se cerraran y que entrelazaran sus manos. Ann no podía describir lo bien que se sentía tener los labios húmedos del médico sobre los suyos y, aunque el beso solo duró unos instantes, sintió más que mariposas en el estómago. 

Al despegarse se quedó mirando al médico por unos segundos hasta que luego el sonrió.

—Ann, me gustas de verdad.

Las palabras del joven hicieron eco en la cabeza de la pelinegra y un sonrojo apareció en sus mejillas. Él, al ver la reacción de la joven, apretó más sus manos, que seguían entrelazadas, y depositó un beso en su frente. Antes de que volviera a besarla en la boca ella le paró.

—No pienso permitir que me vuelvas a besar en este antro —susurró ella haciendo que él riera—. Te veo esta noche sí o sí.

—Salgo a las siete. ¿A las ocho en la plaza?

—Hecho.


OJOS GRISES [ Law x Lectora ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora