Siglo: XXIV
Las hojas comenzaban a caer pesadamente sobre el suelo, cerca de las viviendas que rodeaban el castillo de Lord Briand. Era una tarde de otoño, y la gente se encontraba pacíficamente en sus casas, disfrutando de la tranquilidad que se daba tras el toque de queda en el reino.
Poco a poco, comenzaron a arder una a una. La gente chilló, y salió corriendo a la calle en busca de ayuda. Sin embargo, al salir a la calle, unos monstruos cargaron contra ellos y les atravesaron con unas cuchillas por manos.
Pronto, el caos comenzó a expandirse por todo el reino, mientras las casas se incendiaban una a una, y sus residentes morían de igual manera.
Aquellos seres, los Scrips, eran abominaciones creadas a partir del virus Radar. Sus cuchillas portaban ese mismo virus, que hacía que las personas se convirtieran en Scrips. Muchas no soportaban el cambio, y acababan muriendo, mientras que la mayoría renacían como monstruos sin cara; con solo una calavera por cabeza.
Unos pies, avanzaban tranquilos, admirando la belleza de la masacre que se producía en las calles. Con elegancia, entró en el castillo, donde los hombres del rey se apresuraban para intentar salvar a los campesinos. Sin embargo, ninguno pudo detener al hombre que se introducía en el castillo, y prendía fuego a toda la madera con solo mirarla.
La hija del rey Briand recorría apresurada los largos pasillos del castillo, buscando con desesperación a su padre. Giraba la cabeza en cada una de las intersecciones de los pasillos, esperando oir el chasquido de una espada, o ver a su padre luchando contra los Scrips.
Mientras se acercaba a la sala del trono, un grupo de Scrips le salió al paso. Shelena retrocedió unos pasos, y su mente comenzó a funcionar a toda velocidad. Su espalda chocó contra una de las armaduras que adornaban los laterales de los pasillos. Se giró, e intuitivamente agarró la espada que esta sostenía.
Shelena había dado algunas clases de esgrima, pero no sabía si aquello sería suficiente con esa espada tan pesada. Sin embargo, no tenía tiempo para buscar nada más. Los Scrips comenzaban a rodearla, acercándose más y más. Con esfuerzo, levantó la espada y apuntó al primero de ellos. Trató de recordar las lecciones que le daba su padre cuando luchaba contra él. Las dos manos sujetando con fuerza la espada, una delante de la otra, y una posición en la que fuera fácil bloquear y contraatacar.
Uno a uno, los Scrips fueron cayendo a manos de Shelena, no sin dificultad.
Esta respiraba con pesadez cuando se dispuso a seguir avanzando hacía la sala del trono.
En ese momento, un Scrip le asaltó por detrás y le dejó una gran herida en el brazo derecho,desgarrando la tela de la manga. Shelena gimió de dolor, mientras se agarraba la herida que sangraba abundantemente. Los oídos comenzaron a pitarle, y su vista a nublarse mientras sentía que el virus empezaba a extenderse rápidamente por su cuerpo.
-Mierda...-Susurró. Con un esfuerzo sobrehumano, le cortó la cabeza al Scrip, el cual desapareció dejando un humo púrpura. Shelena inspiró profundamente y chupó la herida del brazo. Absorbió y escupió tres veces, hasta que la vista comenzó a volverle. Suspiró, mientras se rasgaba lo que quedaba de la tela de la manga y se vendaba la herida.
Sin poder creérselo, sonrió.
-Estoy viva. He sobrevivido al virus.
La euforia del momento duró poco, cuando oyó chasquidos de espadas y gritos de dolor en la sala del trono. Reconoció esa voz, con verdadero terror. Era la voz de su padre.
Poniéndose en pie, no sin dificultad, corrió espada en mano a la sala del trono y abrió la puerta de golpe. Estaba oscuro, pero se podía oler la sangre en la habitación. La alfombra roja que comunicaba la puerta con el trono, estaba llena de líquido. Llena de sangre. El cuerpo del rey Briand estaba incrustado en una de las cuchillas de un Scrip.
Pero no era un Scrip normal. Éste, tenía el rostro de un muchacho, una piel pálida, unos ojos rojos como la sangre, y un pelo platino le habían hecho destacar entre los demás Scrips. Su cuerpo era humano, mientras que por sus manos corría el virus Radar.
Una cicatriz morada cruzaba su ojo izquierdo.
El Scrip miró a Shelena y sonrió con malicia, mientras ésta le miraba a su vez con horror y asco. Tiró el cuerpo del rey contra la pared, dejando una mancha roja en las blancas paredes de la sala. Avanzó tranquilamente hacía el trono, sentándose, y admirando el trofeo que se encontraba en sus cuchillas: El corazón del rey, aún latiendo débilmente.
Shelena se puso una mano en la boca, y salió corriendo al balcón, donde vomitó ante aquella imagen. El calor hacía que le ardieran las mejillas, mientras veía como un fuego atroz se elevaba allí donde sus ojos podían ver. Su reino. Condenado a las cenizas.
-Vaya...Que gesto más grosero por tu parte, princesa Shelena- Replicó el Scrip. Su voz resonó en los oídos de Shelena de una manera que resultaba horrible y bonita a la vez. Era como el chillido de un gato y el repiquetear de campanillas.
Shelena le dedicó una sonrisa irónica, mientras se limpiaba la boca.
-Creo que es porque te he visto la cara, imbécil-Replicó ella. Sin embargo, la imagen del corazón de su padre aún latiendo a "manos" de esa criatura, y su cuerpo sin vida tendido en el suelo le asaltaban la mente, haciendo que se le hiciera un nudo en la garganta.
-No creo que debas hablarle así a tu asesino, niñita.
El Scrip se levantó del trono, y lanzó a un lado del corazón del rey. A Shelena se le encogió el suyo propio, pero no dejó que el Scrip viera su propia debilidad.
Se acercó a ella, y le agarró la cara con cuidado de no hacerle ninguna herida.
-¿Sabes que con un solo movimiento podría cortarte el cuello y no darte siquiera la oportunidad de convertirte en Scrip?
-Sería más tolerable eso que convertirme es un ser asqueroso, repulsivo y sin sentimientos. Algo como tú- Acto seguido le escupió en la cara. El Scrip la sonrió, mientras se limpiaba el escupitajo.
-No te confundas, Shelena. Yo no soy como esos seres inferiores. Yo no soy como esas criaturas que vosotros llamáis...Scrips-Resaltó la palabra con cierto asco-. Yo renací convertido en un ser superior a Scrips y humanos. Yo resistí en el último momento al virus, y me convertí... en esto.
Señaló sus cuchillas, y su cara, mientras volvía a sonreírle a Shelena.
-Estoy aquí por un cometido mucho mayor que destruir el reino que tu padre. Estoy aquí para llevar a cabo los grandes planes del Emperador de la Oscuridad.
-El Emperador es un ser malévolo que solo quiere la destrucción de la humanidad y ser soberano de todo-Replicó Shelena-. ¿Por qué quisiste unirte a él, entonces?
El Scrip rió. Primero bajo, luego con más intensidad, y acercó aún más la cara a Shelena.
-Dejaré que lo descubras por ti misma, princesita- Su aliento, olía a ceniza y a carbón. Era un ser extraño.
Un hombre que había sobrevivido al virus gracias a su gran voluntad, pero, que se había convertido en eso.
Soltó a Shelena con desprecio, y lamió la punta de los "dedos" donde había estado el corazón del rey. Detrás de él, un portal oscuro, de formas cambiantes, se abrió. Mientras se iba adentrando en él, siguió hablando.
- Por cierto, intenta no morir hasta que te enfrentes a mí, tengo órdenes estrictas de no matarte...de momento. Mi nombre es Taylor.
Dicho esto, el Scrip desapareció en el portal, sin dejar ningún indicio de que había estado allí esa noche.
Shelena resbaló hasta el suelo del balcón, y se abrazó las piernas. Ya no se oía nada fuera del castillo. Ya no hacía calor, el fuego se había apagado. Parecía que con Taylor, todo: los Scrips, el fuego, la muerte, se había ido con él.
En aquel mundo, ya no le quedaba nadie. Todos habían muerto. Su padre, su criada, sus amigos, todos sus seres queridos. El castillo aún seguía en pie, pero ella no quería permanecer allí por más tiempo.
¿A dónde iría ahora? Lo único de lo que estaba segura era de que tenía muchas ganas de llorar...y así lo hizo.
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Starnight
Teen FictionWill padece una enfermedad terminal muy grave, la cual podría acabar con su vida muy pronto. Una misteriosa piedra en forma de estrella llega a sus manos por herencia de su padre desaparecido, y con ella, un mensaje misterioso de una muchacha llamad...