Capítulo 3

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Los ojos hermosos y grisáceos de Wei Ying se abrieron, parpadeando mientras trataban de enfocarse en su entorno. Lo primero que vio fue un dosel de gasa oscura que colgaba de los pilares en cada esquina de la cama. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba acostado, cubierto por una sábana blanca. Con lentitud la retiró, sorprendiéndose al descubrir que llevaba puestas unas túnicas interiores que no eran suyas.

Miró a su alrededor y notó que no estaba en la secta Jiang ni en Gusu. La ornamentación de este lugar era mucho más lujosa que en cualquiera de esos lugares. El rojo y el negro destacaban grandemente en cada rincón donde sus ojos se posaban.

Wei Ying cerró los ojos con fuerza, tratando de recordar algo que le diera una pista sobre por qué estaba allí. Pero no logró recordar nada y chasqueó la lengua con desespero. ¿Dónde estaba?

Con lentitud trató de incorporarse, pero su cuerpo se resintió. Cada músculo dolía y cada movimiento era un tormento. No tardó en desplomarse de nuevo en la cama. "¿Qué fue lo último que pasó?", trataba de recordar. La piel pálida de su frente comenzó a sudar frío y a sentirse un poco mareado. No podía levantarse y no había nadie a su alrededor. Pronto notó que a un costado de él estaba su vieja amiga, la flauta de bambú que le había acompañado en tantos momentos difíciles: Chenqing. Ahora se sentía más tranquilo.

Cerró los ojos por un momento, tratando de saber si estaba vivo o si los cultivadores, Lan Wangji, habían logrado matarlo.

De repente, un demonio curioso entró, con una sonrisa siniestra al ver el menudo cuerpo en cama. Su amo había guardado recelosamente a ese humano y evitaba que cualquiera lo mirara. No podían culparla; era su naturaleza ser curiosa. Curiosa como un demonio.

Ella tenía muchas características, pero sin duda era violenta, posesiva, astuta y demasiado orgullosa. Desde que se enteró que su amo tenía a alguien oculto, un escozor en su pecho comenzó a ser insoportable. Entró lentamente, como una sigilosa serpiente tratando de atrapar una jugosa presa. Quería saber por qué este humano era tan preciado para su amo. ¿Acaso era más especial que ella? ¡Ja, imposible!

La sangre pura de demonio en sus venas se estremecía al pensar que existía algún interés más importante que ella para su amo. Se mordió los labios rojos, excesivamente escarlatas, tratando de que los brazaletes de sus brazos y tobillos no hicieran ruido, al igual que los cascabeles que decoraban su cuerpo, que tintineaban al caminar. Con sus pies desnudos, caminaba en leves movimientos, tocando apenas el suelo de madera.

Al llegar al pie de la cama, abrió su mano, mostrando sus largas uñas como garras negras. La sonrisa de Sha Hualing se congeló rígida en su rostro al ver a la persona que yacía acostada. Su corazón demoniaco tembló con una vaga premonición. Al segundo siguiente, un par de ojos grisáceos se abrieron. La demonio, sorprendentemente, ni siquiera tuvo tiempo de actuar cuando el humano la derribó, haciéndola caer al duro y frío suelo de madera. Iba a hablar con su lengua venenosa, pero nuevamente su corazón se quedó helado. Esos ojos ya no eran grises; ahora eran de un vibrante rojo.

—¿Quién eres?—preguntó Wei Ying con cejas rectas, su fiel Chenqing en su mano, lista para usarla.

La sangre de demonio estaba inquieta dentro de ella, reconociendo que estaba en una situación de peligro y gritando que tenía que huir rápidamente. Pero no hizo nada. Era sorprendente cómo un par de ojos podían hipnotizarla así. Ni siquiera podía hablar.

Y estaba encantada con eso, hasta que una estruendosa voz se escuchó en la puerta.

—¡Maldita sea! ¡Tú! ¿Qué haces aquí?—dijo la voz, cargada de rabia.

Sha Hualing sudó frío. Miró hacia la puerta y ahí estaba él...

Oh no.

En la entrada, una figura imponente, con túnicas negras decoradas con intrincados bordados dorados, apareció. Su rostro mostraba una furia contenida, y sus ojos, llenos de una energía oscura, se clavaron en la demonio que yacía en el suelo.

—¿Cómo te atreves a desobedecer mis órdenes, Sha Hualing?—rugió, dando un paso adelante. La habitación pareció temblar con su presencia.

Sha Hualing intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. La presencia del demonio era aplastante.

Wei Ying, aún con Chenqing en la mano, observó a la figura con ojos entrecerrados, tratando de entender la situación. Su cuerpo temblaba ligeramente por el esfuerzo de mantenerse consciente.

La figura se detuvo, observando a Wei Ying con una mezcla de interés.

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