Capítulo 6

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Los aposentos son amplios y acogedores, con una cama grande y suave en el centro. La cama está cubierta de sábanas y almohadas de colores claros, que contrastan con el rojo y el negro del resto de la habitación. Hay una mesa de té y dos sillas junto a la ventana, que da a un balcón con flores y plantas. Hay un armario y un tocador con espejo, donde se guardan sus ropas y demás objetos personales. Hay un baño privado con una bañera y una ducha, donde se puede relajar y limpiar. Los aposentos emiten un aura de calidez y confort, que invita al descanso y al placer.

Definitivamente se puede decir que Luo Binghe y Hua Cheng habían acomodado muy bien el lugar para su querido A-Ying. Ellos se aseguraron de que no faltara ningún detalle. Incluso habían traído algunas de las pertenencias favoritas de Wei Ying del Mundo Mortal, pequeños detalles que sabían que le harían sentir más cómodo y menos nostálgico por el hogar que había dejado atrás.

Wei Ying se encontraba en la cama, recostado cómodamente entre las almohadas suaves. Su piel, antes pálida y debilitada, ahora mostraba un saludable rubor. Sus ojos brillaban con una energía renovada, aunque todavía había una sombra de confusión y melancolía en su mirada.

—Bing-er, Cheng-ge —llamó suavemente, su voz aún un poco débil, pero llena de calidez y gratitud.

Luo Binghe y Hua Cheng estaban sentados a su lado, atentos a cada palabra y gesto de Wei Ying. Luo Binghe, con su habitual intensidad, no apartaba los ojos de él, mientras que Hua Cheng mantenía una sonrisa tranquilizadora y suave.

—A-Ying, ¿Cómo te sientes? —preguntó Luo Binghe, inclinándose hacia él, su tono de voz lleno de preocupación y un toque de travesura oculta.

—Me siento mucho mejor, gracias a ustedes —respondió Wei Ying con una sonrisa débil, pero genuina.

—Nos alegra escuchar eso —dijo Hua Cheng, tomando la mano de Wei Ying entre las suyas—. Hemos estado muy preocupados por ti.

Wei Ying asintió, apretando ligeramente la mano de Hua Cheng. Sentía una mezcla de emociones; gratitud, alivio, pero también una creciente curiosidad sobre todo por las miradas que le daban ambos gobernantes.

Mientras Wei Ying se acomodaba de nuevo entre las almohadas, Luo Binghe y Hua Cheng se miraron. En un instante, un sirviente toco la puerta. Luo Binghe se levanto y tomo las cosas que traía. Cerró la puerta inmediatamente, dejando al pobre demonio con ansias de ver hacia adentro. Por supuesto Luo Binghe no lo permitiría.

Wei Ying al ver esto, sus ojos brillaron, se cómodo en la mesa que ahora consideraba parte de su espacio habitual, se encontraba absorto en la comida que trajo Bing-er. Sus mejillas estaban llenas del dulce, su expresión indicaba satisfacción y su salud había mejorado notablemente en los últimos días. Su piel ya no lucía pálida y las heridas habían sanado por completo, mientras su energía parecía más estable.

—¿Delicioso?— preguntó Hua Cheng con diversión.

Su comida era mas importante en este momento, así que sin levantar la mirada Wei Ying respondió —Sí, muy rico.— La pequeña delicia había sido devorada por Wei Ying, así que acerco su mano para obtener otra.

Luo Binghe, observando a Wei Ying con intensidad mientras devoraba el postre, sintió un nudo en la garganta. Los labios de Wei Ying, brillantes con los rastros del dulce, captaron su atención de manera irresistible. Lentamente, se acercó a donde Wei Ying estaba sentado.

Ajeno a las miradas intensas que recibía, Wei Ying extendió la mano para tomar otra delicia. Sin embargo, fue interrumpido cuando Luo Binghe colocó su mano sobre su cabeza con suavidad.

—¿Tu cuerpo está mejor ahora? —preguntó Luo Binghe, con un brillo intenso en sus ojos negros que parecían penetrar en el alma de Wei Ying.

Wei Ying levantó la mirada, sorprendido por la cercanía repentina de Luo Binghe. Su corazón comenzó a latir más rápido mientras se encontraba con esos ojos profundos como la obsidiana que lo miraban fijamente.

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