Capítulo 4// Un hasta luego.

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—¡EMMA! —Escucho que gritan y me sobresalto.

Me despierto asombrada, y con los ojos bien abiertos miro a mi alrededor para encontrarme con mi madre a un lado de la cama. Parpadeo varías veces para aclarar mi vista y frunzo el ceño cuando lo logro.

—Hace diez minutos que sonó tú alarma, Emma. Y si no te levantas ya, no llegarás a tiempo para tus clases —habla con tono de reproche.

Giro los ojos y sin muchas ganas me quito el edredón que me cubría hasta el cuello para levantarme. Veo la hora en el reloj y puedo confirmar que había sonado hace unos minutos.

Volteo la cabeza en dirección hacia mi madre y ella me mira con una ceja levantada en señal de reproche.

—Alístate y baja a desayunar. Pero rápido, anda. —Se da la vuelta y sale de mi habitación.

Me alisto lo más rápido que puedo y tomo mis cosas para luego salir de la habitación e ir a la cocina. Encuentro a mi madre haciendo el desayuno y a tía Suzanne tomando una taza de café y revisando su teléfono.

—Buenos días, tía Suzanne —la saludo.

Ella levanta la vista de su teléfono y la fija en mí para darme una sonrisa dulce y devolverme el saludo.

—Buenos días, corazón. —Vuelve a fijar la vista en su teléfono.

Mamá me entrega mi desayuno y yo lo dejo en la barra frente a mí.

—Desayuna rápido, nos vamos en unos minutos —avisa.

—Puedo ir en el autobús, no tienes que llevarme —digo mirándola con el ceño fruncido.

—Es viernes, Emma —recalca, dejándome confundida.

—¿Qué hay con eso? —pregunto.

—Que los viernes el autobús pasa más temprano, Em —responde.

Caigo en cuenta y maldigo para mis adentros. Miro la hora para darme cuenta de que no hay forma ni manera de irme en el bus escolar.

Como apresuradamente y agarro mis cosas.

—¿Lista? —me pregunta la pelinegra.

—Sí —contesto con un asentimiento de cabeza.

Las dos salimos de la casa y caminamos hacia el garaje. Mi madre abre la puerta con el control y ahí ambas nos damos de que el auto de Aleksei está de primero, obstaculizando el paso al de mi madre.

Maldigo mentalmente y aprieto la mandíbula.

Miro a mamá y ella me devuelve la mirada con una clara advertencia es sus ojos. Cuando ve que doy un paso hacia atrás, habla.

—Ni se te ocurra hacer nada, Emma. Te lo estoy diciendo en serio —me advierte, mirándome a los ojos.

No le hago caso y empiezo a caminar de nuevo hacia la casa. Entro y me consigo a tía Suzanne en la sala con su bolso en una mano y un termo con café en la otra. Cuando ve que estoy ahí, levanta la vista y me mira.

—¿Dónde está Aleksei? —pregunto, pero suena a demanda.

—Está en su habitación durmiendo —responde ella.

Ah, claro. Por eso no lo vi en el desayuno.

Hago un gesto con la cara y la castaña lo nota.

—¿Por qué buscas a Aleksei, corazón? ¿Pasó algo? —pregunta con curiosidad.

Estoy a punto de responder, pero llega mi madre y se sitúa a mi lado. Ella me mira con sorpresa al ver que estoy ahí y no haciendo una locura.

—¿Jane? —Suzanne nos mira con confusión, esperando una respuesta.

Las heridas que hay que sanar (Libro #1 de la bilogía "Sanando Heridas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora