Capítulo 7// Enemigos.

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Suena la estúpida alarma de mi teléfono y no me queda más de otra que levantarme.

Qué amor-odio le tengo a esa cosa.

Entro en el baño para asearme y regreso al cuarto para arreglarme. Luego salgo, bajo las escaleras y voy a la cocina.

—Buenos días —saludo al entrar.

—Buenos días —me devuelven mi madre y Suzanne al unísono.

Mamá me sirve el desayuno y yo me siento en la barra para empezar a comer.

—Buenos días —saluda Aleksei entrando a la estancia y le da un beso en la mejilla a mi madre y a la suya.

—¿Te toca temprano hoy? —le pregunta tía Suzanne al pelinegro.

—Sí. Según los que nos dijo profesor Roggers, hoy vendrá unas personas a ver los bocetos —le responde Aleksei.

—Eso está genial —comenta ella, emocionada—. Es una gran oportunidad para todos.

—Sin duda alguna —asegura él con una sonrisa.

Cuánto envidio esa sonrisa perfecta. La vida es injusta.

—¿A dónde te toca ir temprano? —le pregunto con curiosidad.

La imprudencia y yo somos buenas amigas, que lo sepan.

—A la universidad —me contesta, mirándome.

—¿Y tú estudias? —Lo miro con escepticismo.

Tampoco sé controlar mis expresiones.

—¿Por quién me tomas, Enana? —bromea y utiliza ese apodo que me hace hervir la sangre, y no de buena manera.

—No quieres saber la respuesta a eso —contesto y me levanto de la barra para lavar el plato.

—Emma —me advierte mi madre.

—¿Qué? No creo que le moleste una simple broma. —Lo miro con aire retador—. ¿O sí, Aleksei? —pregunto.

—Para nada —responde sin despegar la vista de la mía.

—¿Ves, mamá? —La miro brevemente y vuelvo al pelinegro—. ¿Qué estudias?

—Arquitectura.

—Buena carrera —comento y rodeo la barra.

Tomo mis cosas ante la atenta del pelinegro y salgo de la cocina. Él me sigue, cómo no.

—¿Ya te vas? —pregunta mamá.

—Sí. Nos vemos ahora.

—Que te vaya bien, amor —se despide.

—Igual, mamá —devuelvo.

Ella se va y yo camino hacia la puerta.

—Si quieres te llevo, me queda de paso —ofrece el pelinegro y yo me detengo.

¿Sigo dormida o él de verdad está siendo amigable conmigo?

Yo creo que la primera.

Sí, estoy segura que es esa.

—Puedo tomar el autobús, no te molestes —respondo sin voltear a verlo.

—¿Vas a jugar a ser orgullosa conmigo? —bromea. Yo lo miro por encima del hombro y sonrío de lado.

—Yo no juego a ser orgullosa, yo ya soy orgullosa —aclaro.

Él camina hasta quedar a mi lado y yo me giro para quedar frente a frente.

Las heridas que hay que sanar (Libro #1 de la bilogía "Sanando Heridas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora