Capítulo 6// Ya quisieras.

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Los rayos de sol me dan en toda la cara y hacen que me pregunte por qué carajos no cerré las cortinas ayer. Abro los ojos y pestañeo varias veces para aclarar mi vista y así poder quitar el brazo de Candace y levantarme.

Me aseo un poco antes de bajar a la cocina y servirme un café. Luego me siento en la barra en compañía de mi madre y Suzanne y tomo una tostada para comer.

—Buenos días —saludo.

—Buenos días —responden ellas al unísono.

—¿Qué tal te fue anoche? —pregunta tía Suzanne.

—Bastante bien —contesto y le doy un trago al café.

Está amargo, como me gusta.

—Buenos días —saluda una somnolienta Candace, entrando en la cocina con unas ojeras de mapache.

Las tres le respondemos el saludo y ella se sienta a mi lado.

—Dudo que para ti los sean —comento y ella me dedica una mirada cansada.

Le sirvo una café y me vuelvo a sentar para terminar el mío.

—Estaría mejor si Jane me regala su bolsita de té —dice Candace y se inclina para robarle la bolsita de té a mi madre.

Mamá me mira con el ceño fruncido y yo le susurro un "no le prestes atención" sacudiendo la cabeza. Me levanto de la silla y camino hacia la salida de la cocina.

Candace emite un grito ahogado y yo la miro alarmada. Ella me mira con espanto.

—Mi teléfono, de seguro lo perdí —explica.

Ruedo los ojos y sacudo la cabeza al ver que me he preocupado por nada.

—Tranquila, está en tu bolso —contesto y ella me mira con alivio.

—Gracias al cielo. No sabes lo preocupada que estaba.

—Gracias a mí —corrijo—. Ahora, tómate el café —le aconsejo y me doy la vuelta para salir de la cocina.

—¿Por qué me dejaste la ropa anoche? —pregunta, deteniéndome.

—Porque estabas pesada y dormida. No te podía cambiar yo sola, y no le iba a pedir a Aleksei que me ayudara, claro está.

—¿Aleksei?

—Ya te conté de él —le recuerdo.

—Sé bien quién es, pero... ¿Él me vio así anoche? —Se señala con un dedo.

—Y peor. Él fue quien me ayudó a subirte a la habitación —contesto.

—¡Qué horror, por Dios! —exclama con dramatismo.

—No seas dramática y termina de desayunar. —Me giro, pero, una vez más, la voz de Candace me detiene.

—¿A dónde vas?

—A cambiarme. Tú solo tómate el café, porque sino la taza va a ser un lindo adorno en tu cabeza —le digo con cansancio y una sonrisa falsa.

Me voy a mi habitación, me visto con algo deportivo y una coleta en mi cabello. Cuando salgo, me cruzo con Aleksei, quien va saliendo del baño frente a mi habitación.

—Joder, ¿es que no puedo dar un paso sin encontrarme contigo? —me quejo.

—Alguien se levantó de mal humor, al parecer —comenta él.

—¿Quién carajos se levanta contento en las mañanas? Supongo que solo tú con tu estúpida sonrisa. —Me cruzo de brazos.

—Vaya, esa boca —dice, un tanto asombrado.

Las heridas que hay que sanar (Libro #1 de la bilogía "Sanando Heridas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora