seis

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Estuvimos caminando por lo que pareció ser una o dos horas.

Nos habíamos alejado de la playa y lo único de lo que hablábamos era la aparente falta de comunicación por parte de Max cada vez que encendía la cámara.

—Creo que es patológico, hermano —Kit mencionó mirando a su amigo.

—Yo también lo creo — dijo Max para nuestra sorpresa.

Yo reí y dirigí mi mirada hacia Kit, quien reaccionó de igual manera.

Estaba verdaderamente enamorada del lugar. Era una mezcla entre campo y playa, el cielo estaba hermoso y el calor ya no era tan fuerte como hacía unos minutos atrás.

Podías respirar hondo y sentir el olor a campo, y no me refiero a animales ni nada de eso, el olor a naturaleza. A verde y a sol.

—Jules — escuché a Max y al voltear, el click de la cámara me tomó por sorpresa.

—Mas te vale que me vea bien —le dije al rizado antes de volver mi vista al frente.

Había estado tan concentrada en el momento que ni siquiera había caído en el hecho de que mi teléfono estaba en el auto.

No lo extrañaba, la verdad. Pero de igual manera, quería tomar un par de fotos.

—Vamos para allá —Kit señaló hacia unos árboles.

Había que caminar todo en subida y no me encantaba, pero no dije nada.

Tengo que dejar de quejarme.

—¿Ya habían venido aquí? —pregunté.

—Si, varias veces, de hecho —Max respondió.

—La primera vez que vinimos, fue cuando teníamos… ¿Cuánto? ¿9, 10 años? —Kit se detuvo después de hablar.

—Creo que si, éramos niños —el rizado respondió a su amigo.

Kit se arrodilló y ató su zapatilla antes de seguir caminando.

Nos adentramos entre los árboles y caminamos un poco antes de llegar al lugar.

Era una piedra grande con musgo y se veía absolutamente todo lo que caminamos, la playa adornaba el anaranjado del cielo.

Golden hour —Max dijo emocionado mientras sacaba su cámara.

—Wow —hablé sorprendida.

—Si —Kit mantuvo sus ojos centrados en la vista.

—Valió la pena caminar todo si el precio fue este —me saqué la gorra de Kit y se la puse a él de la misma manera.

El se volteó y me sonrió. Sonreí en respuesta y me acerqué a Max.

—¿Puedo? —dije señalando a la cámara.

El rizado asintió y me la dió.

Tomé un par de fotografías de todo. El cielo, los árboles, Kit y Max, yo.

Le devolví la cámara y el se alejó entre los árboles para sacar fotos en el claro que habíamos pasado antes.

Caminamos un poco al rededor de la piedra buscando... No sé que estábamos buscando en realidad, creo que la mejor vista.

—Mierda.

Pisé una parte llena de musgo y mis pies se resbalaron hacia adelante mientras mi cuerpo se fué para atrás, cuando mis rodillas se flexionaron, mi cuerpo se fué completo hacia adelante y me enterré en un arbusto que rodeaba la piedra.

Kit empezó a reír y yo sentía como mi corazón quería salir huyendo de mi pecho.

Empecé a reír de nerviosismo cuando sentí las manos de Kit en mi cintura ayudándome a salir.

Londres; Kit ConnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora