Capítulo 20 : Mara

64 1 0
                                    

Hoy cumplo años por segunda vez en lo que va de año. Os preguntareis ¿cómo es posible algo así?

Para explicarlo os voy a contar mi historia.

Antes de nada, me llamo Mara, tengo veintiocho años, y hace más de diez que vivo en Londres, aunque soy natural de Oviedo.

Una vez hechas las presentaciones, me remontaré once años atrás, cuando yo no era otra cosa que una adolescente más de una ciudad pequeña, como es la capital de mi querida Asturias.

Era feliz, lo tenía todo. Unos padres que me daban el cariño y la comprensión necesaria, a pesar de que a veces surgieran roces y discusiones, pero imagino que eso es lo habitual en cualquier familia, sobre todo si hay una adolescente en la que las hormonas parecen tener vida propia.

En el Instituto era una de las alumnas más aplicadas. Siempre me ha gustado estudiar, aunque eso no quiere decir que me pasara todo el día entre libros y apuntes. No, para nada. Me encantaba la fiesta y adoraba pasar tiempo con mis amigas, esas personas con las que compartía casi todo. Sí casi todo, hay cosas que es mejor tener en exclusividad. Pero juntas reíamos y hasta llorábamos haciendo que nos uniéramos cada día más.

Y como no, estaba enamorada. Aitor era mi compañero de clase desde que eramos unos bebes de teta. Nos conocíamos de toda la vida. Y debo decir también, que creo que ninguno se planteo si quiera la posibilidad de descubrir el amor con otra persona que no fuéramos nosotros dos.

Recuerdo el día de nuestro primer beso. Teníamos quince años y llevábamos más de dos meses tonteando. Ya no era la amistad infantil de años atrás. Habíamos crecido y ahora algo diferente inundaba el ambiente que nos rodeaba.


Salíamos del instituto y ,como ya era costumbre, Aitor me acompañaba hasta las puertas de mi casa. Yo llevaba semanas deseando que se lanzara, pero nada. Llegaba el momento de despedirse y ahí estaba el odioso beso en la mejilla que me hacía sentir pequeña, infantil, y lo peor, que detestaba porque me hacía pensar que quizás solo era yo la que quería algo más que una bonita amistad.


Pero ese lunes, de mediados de marzo, fue diferente. En el momento de la despedida recuerdo como Aitor dejó sus mochila en el suelo y apoyándose en la puerta de mi portal me hizo una pregunta que me pilló por sorpresa.

- ¿Te gusta spiderman?

Me hubiera esperado cualquier cosa antes que esa pregunta. Como pude contuve la risa y conteste.

- ¿Spiderman?... pues... no le conozco mucho, pero... supongo que sí.

- Entonces... ¿vendrías conmigo al cine esta tarde a ver la película?

- Umm... Sí, sí por qué no.

Una sonrisa le ilumino la cara y sin mediar palabra sus labios rozaron los míos en un beso rápido y fugaz. Antes de que pudiera decir nada, recogió su mochila del suelo, y se fue corriendo calle arriba.


No sabía que pensar sobre lo que había pasado ese medio día. Recuerdo lo mucho que tarde en elegir el modelito para el cine (creo que opté por unos vaqueros con la camiseta que más escote tenía, que hoy en día parecería una de cuello vuelto) y lo nerviosa que estaba. ¿Querría invitarme al cine en plan cita o simplemente necesitaba acompañante para no ir solo a ver Spiderman?

No, no. Me había besado. Vale que no había sido un beso apasionado, largo, intenso, de esos que te dejan huella. Pero para mi era el beso perfecto.

Mi cabeza me torturaba y cuando Aitor picó al timbre de mi casa no me quedaban uñas que comerme, hombre las de los pies pero no me entusiasmaba la idea.

Todo pero NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora