Capitulo 3 : El beso

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El resto del martes trascurrió como a cámara lenta, no hice mucho, más bien no hice nada.

Me pase la tarde tirada en la cama viendo capítulos sueltos de Hause. Me encanta ese hombre, como espectadora claro está, porque si existiera un médico así no sé como toleraría sus salidas de tono si fuera su paciente.

Necesitaba desconectar, no pensar, sacarme de la cabeza la visita de Carlos y su ramo de rosas desperdigado por mi salón, o la no declaración de intenciones de Aitor esa mañana.

Después de cenar un par de latas de atún con una pequeña ensalada improvisada de lechuga y tomate, me fui a la cama. Quería que se acabara el día de una maldita vez.

Rinnn... rinnnnn...
El sonido del teléfono de mi casa me despierta sobresaltada, estoy totalmente adormilada. Debe de ser muy temprano porque mi despertador aún no ha sonado y lo tengo programado para las siete y diez.

Llego al salón dando pasos de zombi y contesto al teléfono con un diga con muy poco entusiasmo.
− ¡Julia! cariño, ¿qué tal?, desde luego hija si no soy yo la que te llama ya me puedo morir y tu ni te enteras.
− Hola mamá... te iba a llamar hoy pero cuando me despertara.
− ¡Ay hija!... ¿no te habré despertado?, pensé que como trabajas ahí, en el centro de estética, ya estarías levantada.
− No es un centro de estética mamá... es una clínica de cirugía estética...
− Bueno, lo que tu digas nena, a lo que iba. Ya sabes que este viernes es mi cumpleaños, y como todos los años he organizado una cena familiar y de amigos para celebrarlo. Así que solo quería confirmar contigo, para saber a que hora llegareis. Tu hermano y Lucía me han dicho que vendrán para las seis mas o menos.
− Bueno mamá de eso quería hablarte... es que... hay un problema...
− Julia hija, ¡por Dios!, no empieces con tus escusas tontas. Siempre pones problemas para asistir a mis cenas, y sabes lo importante que son para mi - la oigo sollozar al otro lado del teléfono, es una manipuladora en toda regla.
− No mamá, es verdad que no me van mucho ese tipo de reuniones, pero es que últimamente han pasado varias cosas en mi vida que no sabes.
− Hija por eso, vienes a vernos y el viernes nos pones al tanto de todo. Yo también tengo cosas que contarte. Por cierto, la abuela va a venir, esta deseando verte y a Carlos también, ya sabes que le quiere como a un nieto.- suspiro al otro lado del teléfono y cuando me dispongo a contárselo todo me interrumpe otra vez- Este año lo hago también por ella, ha estado tan pachuchilla, que necesita que todos la mimemos y consintamos sin darle ningún disgusto.
− ¿Cómo?, ¿La abuela ha estado mala y no me has dicho nada?
− Julia, no hay quien acierte contigo, no te lo dije para no preocuparte. Estuvo unos días ingresada. Ya sabes que esta delicada del corazón y nos dió un pequeño susto, pero no te preocupes cielo, llevando una vida tranquila esta perfecta y seguro que el viernes con todos aquí mejora más aún.

Mi madre sigue con su verborrea, hasta que cuando ya no tiene más que decirme, se despide recordándome que si no estoy allí el viernes mi vida correrá peligro.

Me quedo sin palabras, mi abuela es mayor, la pobre acaba de cumplir los ochenta y cuatro años y siempre a sufrido problemas de corazón.

El hecho de que haya estado ingresada me preocupa pero más me preocupa la simpatía que siente mi Yaya por Carlos, y el disgusto que le daría si le dijera que ya no estamos juntos. Creo que lo mejor es inventarme una buena coartada y no asistir, así evitare dar explicaciones.

No, no y no, no puedo hacer eso, entonces si que se llevaría un disgusto la pobre abuela.
No puedo creer lo que estoy pensando pero no encuentro otra solución. Será, mejor que lo haga en caliente antes de que me arrepienta.

Cojo mi móvil y miro la hora por primera vez, son las siete y cinco. Desactivo la alarma, ya no me va a hacer falta, y marco el número de Carlos.

Todo pero NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora