El rugido de los coches, el tintineo de mis llaves en el bolso, la caricia del viento en mi cara, cada recoveco de mi mente abandonándome, desvaneciéndose día a día, minuto a minuto, cuan mariposa efímera. Un paso, otro más. ¿Olvidaré también cómo andar? Sonrisas ladeadas, respiraciones entrecortadas, pupilas vidriosas. Nuestra nueva palabra tabú. ¿También ellos dejarán de existir para mí? Llegamos a casa, zapatos fuera, llaves en la cómoda, un abrazo infantil, una taza de té y una creciente opresión en el pecho. Respiro profundo, como me enseñó mi hermana, una y otra vez. Escucho la voz que se ha convertido en mi alegría y el nudo se deshace. Mis músculos se relajan y le sonrío, abriendo los brazos. Tal vez un día olvide a mi nieto, pero no será hoy.
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De palabras sazonadas y otras animaladas
Sonstiges¿Quién dice que las historias no pueden tener sabor? En esta antología de relatos y microrrelatos, los matices gustativos se convierten en el hilo conductor de un viaje literario diferente, conformado por una selección de historias divididas en cinc...