Réquiem

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      La mente iluminada que dijo que quien tiene un amigo, tiene un tesoro, claramente no llegó a conocer a los míos.

      —¿Pero queréis dejar de discutir de una vez? Qué más da quién ganaría a quién. Todos son buenos a su manera.

      —Ya estamos. Miriam: la políticamente correcta. Aburrida —me espeta Leo, lanzándome un cojín a la cara que consigo atrapar por los pelos, a costa de un puñado de palomitas que terminan desparramadas por el sofá, debido a mi poco ágil maniobra.

      —Sabes que esto lo vas a limpiar tú, ¿verdad? —replico, mosqueada, devolviéndole el cojinazo.

      —Pues yo sigo pensando que Gandalf le puede a Dumbledore —insiste Lucas—. Basta con verle en acción, es implacable.

      —Pero Dumbledore es el director de Hogwarts y acabó con Grindelwald y... ¡es el mago más grande de todos los tiempos! —repone Silvia, enervada, irguiéndose sobre su asiento para ganar más presencia.

      —¿Alguien me recuerda por qué hemos acabado hablando de esto? ¿Podemos terminar de ver 'La casa de papel'? —pregunta Vicky, haciendo un puchero—. Quiero ver cómo continúa, pero con vuestras frikadas ¡no me estoy enterando de nada!

      —Otra aguafiestas —se queja Leo, tirándole un puñado de palomitas a la cara, en broma.

      Pongo los ojos en blanco, porque no hay día que no terminemos igual. No recuerdo cómo se nos ocurrió la maravillosa idea de instaurar nuestros Viernes de Palomitas, pero me parece que no lo pensamos demasiado. ¿Cómo pudimos creer que seríamos capaces de estar juntos, sentaditos y viendo pelis, sin más, sin ponernos a discutir? Será que no nos conocemos de sobra...

      —¡Frikadas! ¿Pero tú la has oído? —exclama Jenny, indignada, dirigiéndose al rubio que está sentado en el suelo, a su derecha—. Alan, ¿un cable aquí, por favor?

      —Chicos, estoy de acuerdo con ellas, no tiene sentido seguir discutiendo sobre esto, al final nos van a dar las uvas y no habremos terminado el capítulo.

     —Gracias —respondemos Vicky y yo al unísono, dándonos por satisfechas.

     —Además, está claro que el más poderoso de todos es Goku.

      Y eso es todo lo que responde Alan, pues se ve asediado por una enorme tormenta abucheos y de palomitas. Y yo no puedo más que resoplar, porque supongo que me voy a pasar la noche recogiendo cáscaras para que no me invadan las hormigas. Gracias, amigos.

      Sin saber muy bien cómo, conseguimos llegar al final del capítulo de una pieza y justo cuando estoy a punto de comentar, así, disimuladamente, que parece que se está haciendo tarde, Vicky se me adelanta chafándome los planes.

      —Chicos, no sé vosotros, pero ahora mismo me haría una maratón. ¿Qué llevaba la Coca-Cola?

      —¿Cafeína? ¿Tres kilos de azúcar? —replica Leo, divertido.

      —Debe de ser eso... Bueno, ¿hacemos algo? Es pronto para ir a casa.

      —Vic, son casi las 2 de la mañana... —empiezo.

      —¿Y qué?

      —Que mañana tengo que trabajar.

      —Sí, pero por la tarde.

      —Ya, pero... —mierda, me estoy quedando sin munición— no puedo quedarme dormida en el mostrador.

      —¡Va...! —me aturullan cinco voces al unísono.

De palabras sazonadas y otras animaladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora