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Apenas fui capaz de mantener mi atención después de que Calais desvelara qué papel ocupaba dentro de la familia real, siendo la prometida de Rhydderch

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Apenas fui capaz de mantener mi atención después de que Calais desvelara qué papel ocupaba dentro de la familia real, siendo la prometida de Rhydderch. Echó al príncipe de sus aposentos, alegando que yo necesitaba cierta privacidad para vestirme y el interpelado se limitó a lanzar una última mirada en mi dirección antes de obedecer, cediendo el paso a la solícita camarilla de doncellas de la fae.

Una vez el príncipe hubo desaparecido, Calais empezó a repartir órdenes a las recién llegadas. Una de las doncellas me ayudó a abandonar la bañera, cuya calidez se había evaporado, mientras otra me esperaba con un mullido albornoz; la fae me dedicó una resplandeciente sonrisa y me hizo un gesto con la mano, indicándome que me uniera a ella de nuevo en el dormitorio. Sentí un retortijón en el estómago al contemplar los vestidos que Calais había dispuesto sobre su monstruosa cama, haciendo que un déjà vu me sacudiera de pies a cabeza, como si hubiera retrocedido en el tiempo y la persona que estuviera delante de mí, ayudándome con aquel vestuario tan lujoso, no fuera otra que lady Laeris.

La fae rubia me dio un golpecito amistoso en el brazo, paseando sus ojos verdes por cada una de las prendas. El recuerdo de su voz anunciando alegremente su compromiso con Rhydderch se repitió en mis oídos, despertando una chispa de recelo ante los altruistas motivos que parecían haberla empujado a echarme una mano.

Calais ladeó la cabeza, pensativa y ajena a la pequeña distancia que puse entre nosotras.

—Tu presencia en palacio habrá corrido como la espuma, Verine —dijo mientras sus doncellas continuaban revoloteando por todas las habitaciones que conformaban sus aposentos privados—, lo que significa que debes causar una buena impresión en los reyes.

Un sabor amargo inundó mi boca al pensar en lo que el príncipe fae había insinuado, el hecho de que sus padres pudieran tener información que intercambiar. Había perdido por completo el paso del tiempo en el bosque en compañía de Rhydderch; no sabía si todo era un astuto movimiento por parte del chico para ablandarme... para que mostrara un poco de cooperación. Fuera cual fuese la verdad, debía enfrentarme a los reyes.

Y aquel encuentro quizá se encontraba más cerca de lo que deseaba.

Llynora y Calais me observaron como un par de aves de presa, haciendo que todos mis músculos se pusieran en tensión. La enérgica lady había regresado a los aposentos de su señora mientras la fae me ayudaba probarme todos y cada uno de los vestidos que había escogido de su propio guardarropa para poder prestarme; nuestro incómodo primer encuentro casi parecía haber quedado olvidado, a juzgar por la actitud dicharachera y parlanchina de la joven dama.

Retorcí mis manos ante la atenta mirada de cada una de las fae, resistiendo el impulso de aferrarme de los finos trozos de tela que cubrían mis pechos, formando un sugerente escote en triángulo invertido que mostraba más piel de la que estaba acostumbrada. Tal y como había augurado Calais, ambas parecíamos compartir una talla similar... aunque yo apenas era capaz de llenar la zona del busto tan bien como ella.

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