6 - segunda parte.

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(***)

Segunda parte

Me incorporé con brusquedad apenas desperté.

La habitación médica estaba sola. Junto a la camilla un pitido sonaba intermitentemente. Ahora podía ver todo con claridad, pero recordaba haber experimentado una sensación de confusión desesperante.

Me observé a mí misma. Vestía la misma bata médica y tenía el hombro izquierdo vendado, permitiéndome muy poca movilidad en el brazo. Por otra parte, no sentía dolor en ninguna parte del cuerpo. Mis sentidos estaban despiertos. Era yo de nuevo.

Así que era momento de escapar.

Tenía que abandonar aquel lugar y volver a la seguridad de mi casa, aunque hacerlo me condenara a la soledad eterna.

Bajé con cuidado de la camilla. Resultaba un poco incómodo tener el brazo izquierdo inmovilizado, pero después de que mis pies se acostumbraron a la calidez del suelo, mantuve el equilibrio al caminar.

Avancé hacia la puerta y apegué la oreja intentando escuchar algo del otro lado. Solo había silencio. Coloqué una mano sobre la manija y la impulsé hacia abajo. Abrí con lentitud para no hacer ruido, y salí.

El sitio era simple: paredes de algo parecido al concreto de las que colgaban lámparas de... ¿gas?, y el mismo suelo de la habitación. Miré de un lado a otro y vi un largo y solitario pasillo. Como era el único camino, lo seguí. A medida que avancé, descubrí que había demasiadas puertas y ningún cartel que señalara la salida de emergencia o alguna salida alterna. Eso era un problema. No podía detenerme a abrir cada una de ellas hasta que diera con la correcta, pero sin importar cómo o cuanto me costara hacerlo, hallaría la forma de escapar.

Siguiendo mi instinto doblé a la derecha en el tercer pasillo que encontré. Vi más puertas, más cruces en otras direcciones, y muchas posibilidades para girar y tomar otros caminos.

Fue justo ahí donde no supe qué vía tomar.

Si escogía un mal, si giraba en un cruce equivocado, la decisión podía jugar en mi contra. Así que: ¿izquierda o derecha? ¿Una puerta u otra?

De pronto, una voz proveniente del pasillo que tenía justo a la derecha, me sobresaltó:

—¡Si te callas, Butterfly, Julian nos puede explicar mejor todo este asunto!

Reconocí aquella voz masculina y autoritaria.

Era él.

Di vuelta inmediatamente y me aproximé al lugar desde donde provenían las palabras. Entre la soledad del pasillo, una gran puerta doble se hallaba entreabierta. Teniendo cuidado de no hacer ruido o de no alertar con mi presencia, miré a través de la abertura como si fuera una espía.

Contemplé al doctor Julian frente a una pantalla gigante que reflejaba algunas estadísticas; sentados en una gran mesa ovalada reconocí a la mujer de los rizos pelirrojos y al hombre llamado Ligre. Y en el centro, casi como cabecera, estaba Levi Homs.

—Lo que quiero decir, comandante, es que en el informe no está registrado con exactitud qué tipo de alteraciones aplicaron en el cuerpo de Drey. No sabré qué métodos utilizaron a menos que haga análisis profundos a su organismo, y aun así no puedo asegurarle que lo descubra del todo —explicó el doctor Julian. No se veía muy cómodo hablando ante ellos—. Debo someterla a estudios delicados que por ahora no creo necesarios.

—¿Por qué no los considera necesarios? —preguntó la pelirroja.

—Debido a la tortura, presenta síntomas claros de un trastorno de estrés postraumático. Es posible que le tome tiempo asimilar que no vamos a lastimarla, porque su mente se encarga de crearle regresiones del momento en el que sus niveles de miedo y shock emocional alcanzaron niveles muy altos —aclaró con cierto pesar mientras que miraba a cada uno de los presentes.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora