Alemán para principiantes

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"La Patagonia Argentina debería ser una de las maravillas del mundo". Eso pensó Ángeles cuando miraba el lago Nahuel Huapi a través de la ventana. Luego de estar un par de minutos pensativa en la cama, se levantó, tomó su mochila, la cual acostumbraba a llevar cuando salía, y se encaminó hacía la salida. No era fan de las carteras. Siempre prefería llevar una mochila, aunque sea bastante grande para cargar tan solo un celular, y una billetera con dos tarjetas y el documento, pero eso no le importaba, para ella, era cómodo. Se colocó los viejos auriculares de su teléfono, antes de bajar las escaleras de la entrada de su casa. El frío no era tan duro en ese momento.

Aunque el restaurante de su padre quedaba a pocas cuadras de su casa, parecían eternas un día de invierno, y cortas los días que estaba feliz. Caminó un par de calles hasta llegar a la avenida principal de San Carlos de Bariloche. A pesar de que la temporada era baja, aún había mucha muchedumbre de turistas rondando por la zona. Pasó entre medio de un grupo de mujeres mayores, que actuaban como adolescentes. Una de ellas, les hablaba a los gritos a las demás, llamando la atención de cualquier persona que pasara por el lugar. A pesar del escándalo que le molestaba a Ángeles, les agradó cuando fueran amables con ella en ponerse a un lado para dejarla pasar, mostrando todas una sonrisa.

Cuando logró llegar a la puerta del restaurante, vio como ese grupo miraba en dirección hacia los negocios. Dedujo que estaban buscando un lugar para comer, y seguro elegirían el lugar donde ella estaba entrando. Atravesó la puerta de vidrio, sin notar que en el lugar ya había comensales. Caminó directo a la oficina de su padre. Al entrar, dejó la mochila sobre la silla frente al escritorio, prendió la computadora, y mientras esperaba a que se iniciara, tomó su celular para distraerse con las redes sociales. Al no encontrar nada interesante, dejó el teléfono sobre la mesa.

- Querida, ¿vos no saludas más cuando entras? – Se quejó, Leticia, su amiga y también moza del lugar, parada desde la puerta. - ¿Te pasa algo? – Preguntó, al notar que seguía seria.

- No, solo sigo cansada.

- ¿Cansada? Te fuiste temprano de la fiesta. – El amigo de los hermanos gemelos de Ángeles, Tomás, había organizado su cumpleaños en plena noche, un día de semana. Algo inusual. – Sabes que son los mejores lugares para conocer chicos.

- ¿Acaso eres una adolescente que solo puede ir a cumpleaños a conocer gente? Vienen muchos turistas a este lugar, puedes encontrar un hombre acá.

- Sí, pero los hombres que vienen acá solo lo hacen por un tiempo, luego se van y no los vemos más. – Sacó la mochila del asiento para acomodarse en él. – Quiero un hombre hermoso a mi lado, que pueda refregárselo en la cara a todo el mundo y decir: "miren el hombre que tengo a mi lado". – Ángeles la miraba con una leve sonrisa pícara, mientras mordía su dedo pulgar izquierdo. No podía creer lo que escuchaba, aunque... entendía el sentimiento que sentía Leticia.

- ¿Se lo quieres refregar a la gente, o a tu ex?

- Ni lo menciones. - Dijo frustrada.

- Ángeles... – Su hermano mayor, Hernán, traía un paquete en la mano. – Ah, hola Leti. - La saludó, entrando en la oficina. - Te traje esto. – Estiró el brazo para darle una bolsa de tela con un objeto adentro. – Franco abrió un local de libros nuevos y usados. Y como sé que estas estudiando idiomas, te lo compre. Creo que te será útil. – Sacó un libro que decía: "Alemán para principiantes". Una parte de ella le quiso decir que no estudiaba alemán, pero de sus labios solo salieron palabras de gratitud, por el gesto.

- Gracias por el regalo. – Le dijo, mientras se paraba para darle un abrazo. Leticia tomó el libro.

- De nada. Espero que lo disfrutes.

Entre garras y colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora