Bajo revisión

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Después de que la revisaran, Ángeles fue hasta la sala donde se quedaban los animales que estaban bajo revisión. Algunos estaban felices de verla, otros, solo la miraban y seguían descansando. Cerca de una jaula grande cerrada, estaba una perrita descansando con sus hijos. La madre levantó la cabeza, y la comenzó a bruñir, algo que, aunque parezco ridículo, ella también quiso hacer, pero solo se alejó. Rodrigo la llamó desde su oficina. El escritorio estaba corrido de lugar, y en una parte donde antes estaba, ahora había un catre con mantas.

- No es un lujo, pero podrás descansar acá. Mi madre vendrá a las cuatro, para quedarse con vos hasta que abramos.

- No es necesario. Puedo estar sola.

- No es por vos. Siempre hacemos guarda por las noches. No podemos dejar a todos los animales solos. Hoy estaba Paola haciendo guardia, pero no sabe sobre tu condición. Es por eso que la voy a reemplazar hasta que venga mi mamá.

- ¿Te quedarás?

- Si. Estaré en el sillón de la entrada. - Rodrigo tenía los brazos cruzados, eso hacía que pareciera un hombre gigante a su lado. - Si me necesitas, estaré en la entrada. - Asintió. - Ángeles... No tengas miedo de hablarme, ¿si? Sabes que estoy acá para ayudarte.

- Gracias. - Quería decirle algo más, pero todavía se sentía avergonzada de lo que había pasado, y con no tanta confianza para hablarle.

Se recostó en el catre con la mente sin recuerdos. No sabía lo que había pasado, algo que agradecía, pero a su vez no entendía porque no lograba conciliar el sueño. Su cuerpo estaba agotado, pero aún así, su cabeza quería mantenerse despierta. Cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio físico. Con el corazón latiéndole rápido, despertó. Miró la oficina semi oscura. Escuchó como uno de los perros ladraba a una sombra que pasaba por el pasillo, obligándola a sentarse. Giró la cabeza en dirección a las fotos más cercanas de Rodrigo. Todavía no podía creer que un chico tan lindo la cuidara. Volvió a recostarse, girando su mirada hacia las imágenes. No quería olvidar ese rostro. Si no se sintiera tan cuerda, hubiese tomado la foto para abrazarla mientras dormía. Aunque lo hubiese hecho, el sueño no volvió. Necesitaba distraerse para relajarse y poder dormir. Descalza, caminó hasta la entrada, abrió la puerta, no se lograba escuchar nada. Con cuidado, caminó hasta donde estaban los animales. De nuevo, algunos no querían verla allí, pero otros se les acercaban.

- Veo que ya no les caes tan mal. - Pensó que se asustaría, pero Ángeles podía oler el perfume de Rodrigo antes que cruzara la puerta.

- Lo siento. No podía dormir.

- No te culpo... - Él quería abrir la boca para contarle su experiencia, pero todavía no sentía la confianza para hacerlo.

- Creo que no les agrado a algunos. - Giró la cabeza hacia la madre que estaba atenta a sus movimientos.

- Recuerda que eres una loba ahora. Los animales te ven como su par.

- No me lo recuerdes. - Sonrió.

- Con el tiempo no lo notarás. Te acostumbrarás.

- Supongo que siempre estuvo en mi ADN.

- La genética siempre nos sorprende.

- Si, y muchas veces para mal. - Su cuerpo seguía sintiéndose fatigado, pero su corazón y mente querían estar allí. - ¿Por cuanto tiempo tendré que comer carne? - Le vino esa pregunta a la cabeza.

- Bueno, vas a tener que llevar una dieta equilibrada - ¿Dieta equilibrada?, pensó, Ángeles. - ... tendrás que comer como tres veces a la semana.

- No quiero.

Entre garras y colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora