El auto de Nathaniel era un lujo, y olía un poco a nuevo. Ángeles casi no quería pisar el suelo por miedo a ensuciarlo. Por el espejo retrovisor, él la miraba cuando le decía algo. Se sentía como si estuviera hablando con Medusa, no quería mirarlo a los ojos, por miedo a que pasara lo mismo que la última vez. Leticia era la que estaba más cómoda, como si estuviera en una relación de unos cuantos años. Eso hacía que la otra se sintiera feliz por ella. Por un segundo, Ángeles miró el asiento del acompañante, y recordó cuando el chico de rulos se subió de ese lado. En ese momento reaccionó. Estaba sentada en el auto donde ese chico pudo haberse subido mil veces. Eso hizo que se pusiera un poco nerviosa.
- Y... llegamos. - Cuando el auto se detuvo, Ángeles se desabrocho el cinturón de seguridad con cuidado.
- Gracias por traerme. No tenías que hacerlo.
- ¿Y dejar que camines unas cuadras con este frío? Prefiero gasta combustible y traerte a salvo. No quiero que las amigas de Leticia se enfermen. - Estaba un poco confundida por lo que escuchaba, pero aún así, siguió siendo amable con él.
- Bueno... Nos vemos. Fue un placer conocerte. Digo, volver a verte. - Nathaniel se rió, apoyando su boca cerca de su hombro.
- Lo mismo digo.
- Nos vemos.
- Hasta mañana. - La voz de Leticia sonaba muy alegre.
Cerró la puerta del auto, subió las escaleras y un bocinazo casi la asusta. Nathaniel no se despegó del lugar hasta que ella abrió la puerta. En el interior, Tomás estaba mirando fijamente el auto que se iba. Mientras los demás estaban acomodando todo para comer pizza mientras jugaban a los videojuegos. Sin decir nada, se encaminó hacia la cocina. Dejó todas las cosas ahí, incluso sus botas. Volvió a la sala para ver el movimiento de todos. Pero se tuvo que desviar porque alguien llamaba a la puerta. Detrás de ella, un olor le resultaba familia. La abrió sin mirar a la persona que estaba detrás, mientras su nariz seguía moviéndose.
- Veo que estas usando tus nuevas habilidades. - La sangre se le heló. No sabía que decir. - ¿Puedo pasar? Hace mucho frío afuera.
- Eh, si. Lo siento...
- Esta bien. ¿Me dejas darte un abrazo, o todavía me tienes miedo? - Bromeó, Rodrigo, para tratar de calmarla. Al lado de ella parecía un ropero. Era un poco más bajo que Nathaniel, aún así, se veía más grande que él.
- Si. Esta frío. - Rodrigo se rió por lo que decía. - Lo siento. - Se abrazaron, haciendo que Ángeles se perdiera en su aroma.
- Espero que mi perfume no estropee tu sentido del olfato. - Quería decirle lo delicioso que olía, y que no le importaba terminar sin nariz, pero todavía no se sentía en confianza para hacerle una "broma" como esa.
- Igual, tengo un buen médico que lo puede arreglar. - Volvió a reírse.
- No creo que lo pueda volver a arreglar.
- ¿Te vas a seguir riendo como un tarado, o vas a venir a comer con nosotros? - Le dijo Nicolás, algo serio.
- ¿Vas a comer con nosotros?
- No. Me prepararé algo en la cocina.
- Come carne. Necesitaras mucha proteína.
- Todos notamos que clase de carne quiere comer. - La sonrisa pícara de Nicolás desapareció cuando su hermana lo fulminó con la mirada.
- Si. Gracias por el consejo.
- Recuerda que la buena alimentación es fundamental ahora que eres una loba. - Todos en la sala se reían por lo bajo. Tomás casi se atraganta con un pedazo de pizza.
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Entre garras y colmillos
VampirosTras de un accidente, una joven se entera que lleva una maldición familiar que convierte sus descendientes en lobos. Pero eso no será lo único con lo que tendrá que lidiar, luego de que un grupo de vampiros secuestra a su amiga para convertirla en u...